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Columna
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Rajoy

A punto de terminar el enero negro del Gobierno de Aznar, emerge la poderosa presencia de Mariano Rajoy como ministro escoba destinado a despejar los posibles errores de forma y fondo de otros dos ministros, Villalobos y Arias Cañete. El nombramiento de Rajoy como superministro de vacas locas tal vez presagia un final infeliz para los otros dos ministros enmendados, pero obliga al ministro escoba a salir muy airoso de su cometido, porque de lo contrario se juega el delfinato del Partido Popular una vez don José María Aznar haya escrito en su libreta azul, probablemente: Adiós con el corazón, que con el alma no puedo.

Ser presunto delfín no es ninguna ganga. En este sentido, el honorable presidente Pujol ha creado un terror delfinista que ha afectado al menos a cinco presuntos herederos. Nada más instalados en esa condición, sus carreras políticas topaban con algún obstáculo insalvable, y los cementerios políticos de Cataluña están llenos de cadáveres exquisitos de delfines incluso exquisitos. A uno de ellos le comenté en cierta ocasión que se rumoreaba su condición de secreto príncipe heredero del pujolato y el hombre, estremecido, miró a derecha e izquierda y me susurró: '¡Calla! ¡No vaya a llegar a los oídos del presidente!'. Ahora Pujol ya se ha enterado de que Artur Mas es su heredero, pero yo del señor Mas no estaría tranquilo ni hablaría demasiado. Hoy he conocido sus deseos de llegar incluso a tener carisma. Mal asunto. Aznar ha demostrado que lo mejor para obtener mayorías absolutas en la España actual es no tener carisma.

El nombramiento de Rajoy como superministro de vacas locas no ha conseguido desterrar del ánimo de los carnívoros españoles que alguna razón tendría doña Celia para poner en entredicho, me temo que para siempre, el espinazo vacuno. En cuanto al señor Arias Cañete, tal vez se libre del ácido úrico que le amenaza por las cantidades de vaca que se come para demostrar su inocencia. Además, un día le puede tocar la degustación de un montadito de vaca loca, y ya tenemos el disgusto armado. En cuanto a Rajoy, le han metido en un embolado del que sólo puede salir a hombros y con las orejas de las vacas locas en las manos o corneado y abandonado, listo para el arrastre.

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