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Columna
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De Torres-García a Euba

La exposición de Torres-García (1874-1949) en la BBK de Bilbao consta de 61 dibujos y seis témperas y óleos sobre cartón y tabla. La mayoría de los dibujos son diminutos, trazados a lápiz sin pretensión alguna. Son breves notas tanteantes, puro juego. Sin embargo, pertenecen a un artista cuyos datos biográficos están próximos a grandes creadores. El arquitecto Gaudí le pidió que diseñara vitrales de varias iglesias, frecuentó el estudio del escultor Julio González, se le inscribió dentro del novecentismo barcelonés, se relacionó personalmente con Van Doesburg y Mondrian, además de exponer junto a ellos y otros más como Kandisnky, Pevsner, Arp, Léger, Schwitters. De su estancia en Estados Unidos destaca la exposición que compartiera con Stuart Davis. En los inicios de la década de los treinta fundó la revista Cercle et Carré, conjuntamente con Michel Seuphor, fundó en Montevideo la Asociación de Arte Constructivo en 1935 y fue un gran impulsor del arte vanguardista en América Latina; dejó numerosos escritos en torno al constructivismo y textos afines. En 1970 se llevó a cabo en el Guggenheim de Nueva York una retrospectiva de sus obras y en el Museo Torres-García de Montevideo puede verse una colección representativa de sus trabajos estéticos.

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La mirada que juzga debe dejar a un lado ese brillante historial. Incluso debe obviar el análisis de los primeros dibujos, porque son de parecido valor plástico a los de muchos artistas en período de iniciación. Se trata de estudiar aquellos dibujos donde Torres-García estructura un planteamiento constructivista, para introducir dentro de esa estructura elementos figurativos de muy variada representación. O sea, el armazón neoplasticista es un pretexto que da cobijo a simbologías cercanas a los jeroglíficos egipcios, unas veces y, otras, a simbologías precolombinas. El propio Torres-García lo dejó escrito de manera explícita: 'El que nos apoyemos sobre elementos abstractos, no quiere decir que la obra tenga que ser sin figuración; la obra puede ser figurativa'. Aunque sea esa idea sea permisivamente válida, no nos parece demasiado justo convertir al constructivismo en una especie de alcahueta del figurativismo.

Las obras mayores sobre cartón y tabla que se exhiben están sumamente deterioradas. Parecen que proceden de los restos de un naufragio. En la Galería Colón XVI de Bilbao muestra sus obras el pintor bilbaíno Andoni Euba, quien vive y trabaja en San Francisco desde 1994. Nada más entrar en la galería el espectador quiere saber cómo están hechas esas obras. Pone sus ojos a diez centímetros de aquellos óleos sobre paneles. Le parece irresoluble descubrirlo si no le ayuda el propio artista. Luego, si tiene la suerte de conocerlo por boca de su autor, puede dedicarse a analizar el juego de formas y colores figurantes en aquel mundo plástico.

Andoni Euba basa sus trabajos en pulsiones gestuales contenidas. En tres de esas obras hay trazos gestuales -al modo de plumajerío- que giran en círculo, cuyo destino consiste en dejarse llevar por fuerzas centrípetas conducentes a un único foco. Para las pulsiones se sirve de un objeto punzante y largo que va apretando con mayor o menor fuerza, mientras traza las formas impregnadas de colores. La variedad de la fuerza aplicada es la que va graduando las intensidades de luz: a mayor pulsión, más luz y viceversa. Algo semejante ocurre con unas formas que poseen bastante parecido con objetos extraños, tales como caracolas, moluscos y trilobites. Cambian en esas obras los fondos, en razón a que aquí no entra en juego la gestualidad apasionada, sino que se ha buscado un efecto corte de subsuelo lunar. Resulta aparentona una obra de grandes dimensiones, aunque nos parece que conlleva una gran dosis de efectismo.

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