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Columna
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Cutrez

Nuria Bermúdez, Emilio Rodríguez Menéndez, Mar Flores, Tamara, Rociíto, Rappel, Carmina Ordóñez y toda la galería de freaks del famoseo más impresentable se pasean por el centro de producción de Canal 9, en Burjassot, como por el corredor de su casa, literalmente en paños menores morales, si es que la moral quiere decir algo para ellos. La televisión valenciana se ha convertido en un sumidero de personajillos, monstruitos, listillos y caraduras que se asoman a nuestras pantallas un día sí y otro también, en la demostración más apabullante de cutrez que se ha visto nunca apoyada con tanto presupuesto y tantos medios técnicos. La monotonía del canal autonómico es de tal calibre que resulta difícil no topar con uno de ellos al conectar con Canal 9 en horarios de audiencia más o menos razonables. El chollo valenciano, convertido fuera de aquí en una leyenda por lo que se refiere a la cultura que pagan las instituciones, es ya un auténtico derroche para los petardos y petardas que exhiben sus miserias en programas como Tómbola o Debat obert. Dicen que el otro día se tiraron del pelo dos supuestas estrellas en este último espacio mientras en Madrid el nuevo responsables de la televisión de allí estudia seriamente suprimir el primero de su programación. Nos haría un favor porque, a estos nuevos fabricantes de basura, una televisión provinciana les vale de poco si no pueden lucir sus vergüenzas en la capital del reino. La deriva grotesca de Canal 9 tuvo un punto de inflexión en el periodo en que estuvo al frente Jesús Sánchez Carrascosa. Su sucesora, Genoveva Reig, tan próxima a Zaplana como el otro, ha llevado las cosas al extremo, mientras el director general de RTVV, José Vicente Villaescusa, tan sólido intelectualmente, tan inane, hace de don Tancredo. Unos informativos de juzgado de guardia (porque abusan de los sucesos, porque esconden todo lo que molesta al poder, porque declama noticias terribles un presentador con una sonrisa absurda de estar encantado de conocerse) y esa colonización de marcianos del cotilleo demuestran la imagen que el PP tiene de él mismo y de los valencianos; su absoluta falta de respeto.

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