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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Valencia enseña sus carencias

El Barça vence en Mestalla en un partido trabado y marcado por las expulsiones

Con escaso fútbol y marrullerías a porrillo por ambas partes, el Barça fue más pragmático que un Valencia sin argumentos. Si necesitaba una plaza grande para confirmar su escalada, ninguna mejor que Mestalla. El Barça sumó ayer su decimocuarta jornada sin perder apelando a la clarividencia de Guardiola y a la exhibición de Rivaldo, que derribaron a un Valencia menor, sin fuerza en el centro de campo ni claridad en ataque. No es lo mismo, evidentemente, contar con Carew y Sánchez, que con Kluivert y Rivaldo. Sobre todo en el caso del excelente brasileño. El equipo de Cúper ni siquiera enseñó su sobriedad habitual, pues su defensa fue un flan que se comió Rivaldo con suma facilidad. El Barça le da así un zarpazo a la Liga y se confirma como el único perseguidor del Madrid, sin olvidar al Depor, claro. El golpe psicológico al Valencia, en cambio, se presume durísimo, después de perder consecutivamente ante el Deportivo y el Barça. Y la semana que viene le espera el Madrid.

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Año tras año, la gente de Mestalla sabe que si hay una cita que no puede perderse es ésta. Le esperan dos horas apasionadas. Entra el hincha en un estado de excitación que en ocasiones acaba bien y en ocasiones mal. Pero hay goles, expulsiones, taconazos y tensión. Ayer, sin embargo, todo eso no se tradujo en fútbol, sino que resultó una reunión trabada e indigerible. Emocionante, pero pastosa. Y eso que la cosa se animó pronto. Tanto que no podía creerlo Frank de Boer cuando atrapó el balón en las afueras del círculo central, se puso a avanzar, cinco metros, diez metros hacia la luna del área local y ... nadie le entraba. Adelante, señor de Boer. El holandés descubrió un pasillo muy limpio. Así que, ¿por qué no probar? Su zurdazo adquirió un efecto endemoniado, de dentro hacia fuera, y Cañizares, medio tapado, lo vio ya dentro de su arco.

El Valencia, que salió a comerse el mundo, se vio de pronto con el agua al cuello. Porque el Barça, con el gol en la cartera, se puso a tocar con tranquilidad. Sabía que el asunto se resolvería en el centro del campo y ahí mostró una superioridad considerable. Si a la clase de Guardiola y Gerard se le añade a Rivaldo, que bajaba siempre a recibir, la maquinaria azulgrana funciona muy engrasada. Casi imposible de detener. Al menos durante la primera media hora. En ella, el conjunto de Serra Ferrer mostró que acudía a Mestalla con la lección aprendida. Se olvidó de las alegrías de la etapa Van Gaal y se plantó con muchas más precauciones defensivas. Hasta Rivaldo se entregó a las labores administrativas: igual despejaba de tijera en defensa que dirigía un contragolpe en ataque, a velocidad supersónica. Pero no sólo eso. Allí estaba Guardiola, que gobernó a su antojo en el círculo central. Era suyo. La inteligencia táctica del capitán azulgrana sacó eventualmente de partido al Valencia, que estaba de los nervios. Sería difícil que todos sus hombres acabaran el encuentro. López Nieto, que irritó sobremanera a la parroquia local, quería atar en corto el partido. Así que un par de futbolistas no lo terminarían.

El choque amaneció intrépido, como de costumbre, de una portería a otra, con el corazón en un puño en ambas hinchadas, pero, por lo que respecta a Mestalla, ni Carew ni Sánchez daban pie con bola. Y el joven Reina, además, pareció sereno, sin afectarle la tensión de la cita. No estuvieron a la altura los delanteros valencianistas, así que Cúper recurrió a Angulo, que vale para un roto y para un descosido. Sólo a final de la primera parte el Valencia acogotó al Barça, empujó como una locomotora y propició la expulsión de Luis Enrique. Ésta escoraba el choque hacia los de Cúper, que empezarían la segunda parte con un hombre más. Por poco tiempo, pues ya se aprestó raudo Carboni a igualar el número de contendientes. Facilitó su expulsión con una entrada a destiempo a Simao. Ya se sabe que el lateral italiano, pese a sus 35 años, sufre de incontinencia cuando se enfrenta al Barça: uno recuerda al menos tres expulsiones de Carboni ante los azulgrana. La marcha del italiano desinfló al Valencia, que había creído hacer valer su derroche físico. Igualados a hombres, no se quedaba corto el Barça en este sentido. Cúper, pues, recurrió a la supuesta efervescencia del Kily González, que regresaba después de dos meses de ausencia por lesión. Pero fue baldía. Se bastaba Rivaldo para mantener a raya a la defensa valencianista. Por si esto fuera poco, el propio Angulo se encargaba de desbaratar con el cuerpo los disparos de sus propios compañeros. El público sufrió una gran crisis de impotencia y se quiso comer a López Nieto por entender que éste le perdonó la expulsión a Guardiola, que desplegó, eso sí, un tratado de faltas tácticas. Lo que ocurre es que algunos jugadores pesan más en la conciencia de los árbitros que otros. Y Guardiola es de los que más pesan.

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