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Reportaje:SAN LORENZO (SEVILLA) | PLAZA MENOR

Diferentes parrillas

Aprovechando que es domingo, lo temprano de la hora y que no hay ambiente de rebajas, los compañeros vienen a buscar al perezoso paseante para dar una vuelta hasta la plaza de San Lorenzo, corazón del barrio del mismo nombre.

Hace buen día, así que dejan el autobús en la plaza del Duque con su monumento al consumo y pasan por la de la Gavidia donde se encuentra la estatua de Daoiz fechada en l889 por el maestro Susillo. Saluden al héroe y piensen que han dejado atrás la plaza de la Concordia. Allí está la antigua iglesia de San Hermenegildo, hoy Oficina de Información, que conserva la cúpula ovoide de yesería y la curiosa planta elíptica.

Siguen adelante por la calle Cardenal Spínola, a mediados de la cual está la fachada del convento de Santa Rosalía. Como hay tiempo, entren y admiren la colección de retablos en madera policromada, talladas por el portugués Cayetano de Acosta allá por el siglo XVIII. Una vez cumplido el trámite, en pocos minutos, estarán en la plaza de San Lorenzo. Una de las más castizas de Sevilla.

La plaza no es ni grande ni pequeña; se diría que tiene las medidas justas para ser a la par desahogada e íntima

No es ni grande ni pequeña; se diría que tiene las medidas justas para ser a la par desahogada e intima, como una sala de estar. Como tal tiene asientos, media docena, un revistero -quiosco- y algún que otro vegetal en la figura de unos plátanos, dos palmeras y varios naranjos adornando la fachada de la iglesia de San Lorenzo. Linda, haciendo rincón, con la basílica del Gran Poder, la Casa Hermandad y el hoy cerrado bar Sardinero. El que sí que está abierto es el San Lorenzo y hacia allí se encamina la compañía con el propósito de tomar café, que es de lo que mayor fama tiene el establecimiento; de eso y de la cordialidad con que son acogidos por los propietarios: hermanos Servando y Fidel Otero García. El uno, Servando, fuera de la barra, que ha cruzado el Atlántico 46 veces y el otro, dentro. A los dos les gusta pegar la hebra y contar cosas de este local fundado allá por los años treinta, heredado de su padre; uno de esos montañeses a los que Sevilla debe tanto.

Contarán que Lopera, cuando viene con el equipo de visita, no toma nada, sólo asoma la cabeza para llamar a sus jugadores. 'No es bebedor', dicen. Asimismo que por aquí han pasado Juanito Valderrama, Lole y Manuel, El Lebrijano, Pepe Luis Vázquez a tomar café. Lo mismo que Julio Anguita antes del infarto. Servando, pícaro y peligroso, escucha a su hermano narrar cómo hace dos semanas se rodaba aquí una película y la actriz Mira Sorvino dijo: 'No te arrimes tanto que nos ve mi novio'. Enseña una fotografía para demostrar el hecho. Gráfica constancia queda.

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Antes de marchar rinden memoria a El Pirata, betunero tuerto, y a La Titi, homosexual que se casó con la chica magrebí, enfermera entregada durante sus últimos años a su cuidado para poder dejarle una pensión.

Dejen el bar y la pizarra de tapas: chacina ibérica, albóndigas, carne, montaditos y, sobre todo, el café y vayan a visitar los dos templos abarcadores de esta plaza.

En primer lugar, casi de frente, pueden fijarse en la fachada principal de la Iglesia Parroquial de San Lorenzo. Está bien cuidada y aparte de tener una hermosa cerámica representando las ánimas del purgatorio, encima del portal se ve la estatua de San Lorenzo con su parrilla en la mano muy distinta a la de los montaítos de los hermanos Otero. A la izquierda de dicha fachada y en gran volumen, está la torre campanario de dos cuerpos hechos en ladrillo y, en el interior, un retablo de cerámica con la efigie de Jesús del Gran Poder, la pintura fechada en el siglo XIV de la Virgen de Rocamador y una escultura en alabastro de Nuestra Señora del Carmen.

De aquí sale el Sábado Santo la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad del Carmen, fundada en el 1400. Se dice, por tradición, que fue la primera en llevar en el paso, diseñado por Santiago Martínez, palio. Y de madera. Concluida la visita a este templo, ya que están aquí, entren a la basílica de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, donde residen su imagen, la de la Virgen y San Juan desde 1965. Aunque la fundación de la Hermandad data de 1461 en San Benito de Calatrava, de ahí que la cruz del mismo nombre aparezca con profusión.

Esta impresionante talla es obra trabajada en madera de cedro y pino por Juan de Mesa, aunque estuvo sin autor durante tres siglos, así como la figura de San Juan. La otra es la de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso.

La basílica, abierta mañana y tarde, igual que la Casa Hermandad, es muy visitada. Siempre hay devotos de todas clases y distintas razas. Su ambiente es acogedor y luminoso como podrá notar la visita que, si apetece, aunque no sea creyente, podrá sentarse un rato y escuchar música sacra que suena, continua, en alta fidelidad, dentro del templo de piedra casi blanca y forma circular. Luego levántense y hagan una visita a la tienda; allí les informarán, si es que no lo sabían ya, de que procesiona en la madrugada del Viernes.

Confortados cultural y espiritualmente, será la hora del aperitivo. Un letrero, calle arriba, pone: Bodega San Lorenzo. 1864; decidan entrar al lugar y descubran una tasca bien cuidada, provista de barriles típicos. Allí encajados, en ellos un cartel antiguo reza: 'Hai buena bodega e famosos catadores. No en el exceso, sí en lo menudo. No pida de beber cuba de arrumbador sino cata'.

Se mueve entre los jamones, quesos, marcos con facturas antiguas y otros recuerdos un hombre no muy contento: Antonio Lobón, único dependiente -'el dueño no se deja ni ver'- dice, mientras sirve las copas y pone excelentes tapas de menudo, espinacas, arroz con jamón o anchoas en salazón hechas por él mismo.

Se paga al malhumorado encargado para volver sobre los pasos. De reojo, al pasar por la plaza, quizás tengan la suerte de ver entrar en la basílica una comitiva de frailes con hábito verdiblanco.

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