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Capitales españolas

En el pasado año 2000 la arquitectura representativa ha seguido siendo clave en la caracterización de buena parte de las capitales españolas. Con ello se vuelve a confirmar que el periodo democrático ha ido aparejado con la redacción de planes generales y la promoción de arquitectura pública de calidad. La modernización de la sociedad y la expresión de las políticas globales han otorgado un fuerte papel a la arquitectura culta y de prestigio.

El caso más ambicioso es el de Bilbao, que atesora desde hace tres años una de las obras emblemáticas de finales del siglo XX, el Museo Guggenheim, proyectado por Frank Gehry y convertido en el buque insignia de la mayor franquicia internacional del arte, que ahora está promoviendo nuevas sedes (en Nueva York y en Río de Janeiro) a raíz del éxito de la de Bilbao. La ciudad, que desde 1995 disponía de nueva estructura de metro proyectada por el estudio de Norman Foster, inauguró el pasado diciembre el nuevo aeropuerto de Sondica, por suerte para Bilbao una de las obras más lograda de Santiago Calatrava, preciosa en las formas generales de la terminal y del aparcamiento, muy bien adaptada al lugar y, como es habitual en Calatrava, poco cuidadosa en los detalles. Sin embargo, por primera vez, en el año 2000 el número de visitantes al Guggenheim ha descendido, desmotivados por la pérdida de novedad y por la amenaza de la violencia. Además sigue siendo polémica la manera de hacer ciudad, mucho más preocupada por las grandes operaciones financieras como Abandoibarra que por la mejora de la estructura real de Bilbao.

La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia es una obra faraónica, desmesurada y redundante; una serie de gigantescos objetos sin ninguna relación con el lugar

Su vecina San Sebastián, ciudad casi perfectamente terminada en su parte histórica, ha sabido sumar la presencia de los dos volúmenes translúcidos y monumentales proyectados por Rafael Moneo para el Kursaal (1999). Llamado a ser obra maestra, no lo ha conseguido del todo por la falta de cualidades espaciales en alguno de sus interiores y por cierta tacañería en la calidad de los acabados. En septiembre se inauguró una intervención totalmente a la medida e identidad de San Sebastián: el Museo Chillida-Leku en Hernani, parque de esculturas del artista vasco que muestra una parte de su colección en un viejo caserío reformado. Lejos de espectáculos y monumentalidades, la intervención de Chillida se relaciona con la cultura y el lugar, siguiendo una concepción reflexiva y crítica de la obra de arte.

En otro extremo, Valencia se ha convertido en la ciudad emblemática de la política urbana del Partido Popular: se trata de sacar todo el partido económico de lo disponible, sin ningún criterio de sostenibilidad y estrategia futura que no sea la rentabilidad. Y mientras se realizan grandes operaciones arquitectónicas, su valioso centro histórico está abandonado a la ruina. La que fue la primera ciudad española en recuperar el tranvía (1994) y modélica por las exposiciones arriesgadas e interpretativas del IVAM se va convirtiendo en una ciudad de especulación inmobiliaria y tematización. Lo que fue un encargo del PSOE a Santiago Calatrava, paralizado temporalmente entre 1995 y 1997 por el mismo PP, la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, es ahora una obra faraónica, desmesurada y redundante; una serie de gigantescos objetos sin ninguna relación con el lugar. Si el mecanismo estructural de la arquitectura de Calatrava funciona bien para tipologías como aeropuertos, utilizada para hacer museos y espacios públicos se convierte en un espectáculo fallero de decorados.

Por último, además de otras capitales, Santiago de Compostela, encabezada por su alcalde arquitecto, el socialista Xerardo Estévez, ha hecho también una apuesta por la nueva arquitectura que se sitúa respetando el alto valor histórico de la ciudad existente. Con un precedente tan cualificado como el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Álvaro Siza, en Santiago se han realizado nuevos edificios universitarios e institucionales, se han rehabilitado miles de viviendas, se han construido intervenciones de Giorgio Grassi y Josef Paul Kleihues que intentan integrarse en la morfología urbana, y se espera la realización de la espectacular Ciudad de la Cultura proyectada en 1999 por Peter Eisenman.

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Junto a los modelos seguidos por estas ciudades, Barcelona sigue siendo una referencia por su cuidada acción arquitectónica y urbanística; lo es por sus espacios públicos y por unas obras maestras que en la ciudad -como el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y el Jardín Botánico- o fuera de ella -como el Pabellón Olímpico de Badalona y el cementerio de Igualada- destacan por su tamaño medio, que rechaza una monumentalidad espectacular, con unos medios realistas y un gran esfuerzo de imaginación, cuidadosamente integrada en su entorno. Barcelona no ofrece tanto grandes monumentos aislados y extraordinarios como piezas con una voluntad urbana y territorial que, por yuxtaposición, se van integrando a una potente estructura existente. Una manera de hacer que parece que a veces los mismos gestores de la ciudad olvidan cuando toleran operaciones como Diagonal Mar, cuando pasean a Gehry por la ciudad para poder tener en su colección otra firma del star system que se cree imprescindible o cuando plantean una Barcelona con criterios puramente económicos de ciudad que quiere ser global a toda costa y que se quiere que apueste de lleno por el nuevo capitalismo vertiginoso del riesgo y la especulación bursátil.

Josep Maria Montaner es arquitecto.

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