El Deportivo se despeña
El conjunto de Irureta fue incapaz de plantar cara a un impetuoso Valladolid
El Deportivo se despeñó en Valladolid. Línea a línea, jugador por jugador. Un equipo tosco, gris, tristón, sin recursos, nervioso y, para colmo, duro. A Javier Irureta le falló todo: desde la consistencia de su defensa hasta la imaginación de Djalminha. Así, el Valladolid terminó por darle un baño a fuerza de marcar un ritmo despiadado y de generar más de una docena de ocasiones. A Francisco Ferraro comienzan a salirle las cuentas y funcionarle los experimentos.
El cuadro gallego respondió con un ataque de nervios a su necesidad de puntuar. La presión de su eliminación en la Copa, la vuelta a la competición tras las vacaciones y la consciencia de que enfrente tenía a un equipo incómodo se convirtieron en excesivas dificultades para él. Máxime, porque el Valladolid se lanzó a tumba abierta desde el inicio y los problemas para Molina comenzaron a sucederse muy pronto.
El Valladolid, eso sí, es un conjunto enfermo por la ausencia de delanteros de garantías. Ferraro dispuso que arriba estuviesen Fernando y Alberto, la enésima pareja que prueba el argentino, pero el resultado fue el de siempre: ninguno. Y eso que esta vez el resto del bloque se mantenía en un nivel elevado. Eusebio y Jesús, que ya forman toda una sociedad, fueron capaces una y otra vez de colocar a los carrileros donde los espacios se abren y existe margen para poner el balón a los pies de los delanteros. El Deportivo se descolocó porque no esperaba un rival con tanto criterio, coherencia e intensidad.
El ataque de nervios gallego se tornó histeria mediada la primera mitad. Dos decisiones contradictorias del arbitro hicieron que el área de Molina fuese un barullo constante del que el Valladolid no sacó provecho porque no encontró la manera de empujar el balón con un poco de fuerza. Primero Alberto, luego Fernando y por último Helder, en propia meta, señalaron los hitos más importantes del cuarto de hora más feo del Deportivo en lo que va de temporada.
Pero llegó el descanso e Irureta debió de reflexionar. El Deportivo mejoró y aprendió a manejarse con soltura en un choque tremendamente tumultuoso. Pero todo eso no desembocó en ninguna ocasión de peligro a su favor. Aunque había hecho mucho, muchísimo, el riesgo de llevarse sólo un punto o incluso ninguno comenzaba a ser evidente para el Valladolid. Ferraro probó entonces suerte con Pachón y todo cambió. Pachón sí tiene remate, frescura y movilidad y, sobre todo, es imprevisible, algo que le faltaba a su equipo y que pronto empezó a sobrarle al Deportivo. Al poco de entrar, Pachón marcó el primero. Después dio el segundo y culminó con el tercero un magnifico pase de Fernando y su tarde más bonita en la Primera División.
El Deportivo no reaccionó porque ayer no estaba para nada ni para nadie y porque ni el gol de Pandiani hizo pensar a sus compañeros que enfrente tenían a un cuadro de la zona baja de la clasificación al que, aun magnífico ayer, con poco más habrían podido plantarle cara.
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