El Madrid zarandea a Estudiantes
Djordjevic da un recital en el último cuarto y el equipo blanco se impone en el derby
Estaba el partido encorsetado tanto en el juego como en el marcador (50-56), a la espera de que algún jugador grande, de los que no tiemblan, de los que resuelven, de los que ganan, dictara su ley. Y apareció uno de esos tipos grandes, que no tiembla, que resuelve, que ganan. Y dictó su ley. La ley de Djordjevic. Estaba el partido encorsetado cuando el yugoslavo decidió que ya estaba bien. Clavó un triple, clavó otro, asistió a Iturbe, penetró hasta la canasta y asunto concluido (52-67) porque así le dio la santa gana a Aleksander Djordjevic.Fue aquél el momento, al principio del último cuarto, en el que todos los interrogantes saltaron por los aires. El Madrid conquistó una victoria de rango y zarandeó a un rival, Estudiantes, que vive tiempos tormentosos y que no está, a día de hoy, para proezas. El conjunto de Scariolo comienza a ajustarse y su verdadero potencial, que más que conocerse se presume, le sirvió para salir airoso de un choque desigual, lleno de altibajos pero que a la postre coronó al único contendiente que se sintió ganador.
ESTUDIANTES 66REAL MADRID 85
Adecco Estudiantes: Azofra (6), Jiménez (10), Rico Hill (12), Vandiver y Alfonso Reyes (11) -cinco inicial-; Gonzalo Martínez (4), Markovic (8) y Felipe Reyes (15).Real Madrid: Raúl López (8), Herreros (12), Milic (6), Struelens (17) y Meek (14) -cinco inicial-; Djordjevic (18), Alberto Angulo, Lucio Angulo (4), Iturbe (8) y Zidek. Parciales: 14-21, 22-17, 14-18 y 16-29. Árbitros: Betancor, Redondo y Murgui. Unos 12.000 espectadores en el Palacio de los Deportes. Partido correspondiente a la 12ª jornada de la Liga ACB.
Alguna razón habría para que Herreros contemplara los acontecimientos desde el banquillo al inicio del segundo acto, dado que fue él quien, en el primero, descosió a la defensa de Estudiantes con una facilidad pasmosa. Ocho puntos consiguió Herreros en su frenética puesta en escena, a lo que sin duda le ayudó que fuera Rico Hill, un tipo no llamado precisamente para aquello del sacrificio, quien se encargara de su marca. Alguna lesión debía mediar, o un cansancio poco común acumularía Herreros. Porque si su ausencia tenía que ver con alguna decisión táctica, el asunto admite de buen grado el calificativo de disparate. Sin Herreros, Estudiantes cogió aire y consiguió que el Madrid no le pusiera el punto final al conflicto a las primeras de cambio, como daba a entender aquel rotundo 7-19 que lucía el marcador allá por el minuto ocho.
Culpable de que Estudiantes se repusiera a tiempo fue, sin duda, Felipe Reyes, quien le mostró el camino a más de uno. Por ejemplo, a Vandiver, que sin embargo no se dio por aludido. El menor de los Reyes cortó la sangría que padecía su equipo y se dejó incluso la salud en la tarea. Struelenes le arreó un bofetón, sin duda de forma involuntaria, y le dejó la cara como un cromo. Estudiantes, gracias en buena medida a su joven pívot, consiguió menguar la diferencia y largarse al descanso con una sonrisa pintada en el rostro merced a aquel 36-38 que nada decidía.
Y equilibrado se mantuvo el conflicto en el tercer cuarto, en el que quedó de manifiesto lo que ya se intuía, que Vandiver estaba allí exclusivamente para hacer bulto. Si de él hubiera dependido, el Madrid le habría dado la paliza del siglo a su rival. Pero por fortuna para Estudiantes, en sus filas hay gente como los hermanos Reyes, cuyo esfuerzo al menos sirvió para retrasar la inevitable caída colegial.
Caída que no llegó hasta el último cuarto. Todo estaba parejo cuando Djordjevic cogió el partido por las solapas. Estudiantes se colocó en zona y el yugoslavo comenzó el recital. Le acompañó en la tarea Milic, un tipo cuya aportación en cuanto a puntos suele ser ruín, pero que vive colgado del cielo y que ayer dio un verdadero curso de saltos, mates y rebotes imposibles. Pero la guinda fue aquel tapón que le colocó a Felipe Reyes, que fue a dejar la bandeja y se encontró con una mano que bajó del cielo. La de Milic.
Ya por entonces, el Madrid había dinamitado las ilusiones de Estudiantes, si alguna le quedaba, que echó de menos una mayor fotaleza bajo los tableros, donde Meek y Struelenes lo tuvieron relativamente fácil dado que los hermanos Reyes acabaron agotados y Vandiver hacía tiempo que había dimitido. Los números del norteamericano resultan sonrojantes: cero puntos, ninguna canasta convertida de cinco lanzamientos y tres balones perdidos. Irreconocible estuvo Vandiver.
Así las cosas, el Madrid fue dejando que el partido muriera con la tranquilidad que le daba su ventaja en el marcador y, sobre todo, la seguridad de sentirse tremendamente superior a un Estudiantes que hubiera necesitado, ayer, a muchos de sus jugadores en su mejor versión para detener a un Madrid que pasito a pasito comienza a derriar las dudas que hasta ahora le acosaban.
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