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Entrevista:AMIGOS Y VECINOS - JAUME SISA

"Desde que lo veo todo, me siento invisible" RAMÓN DE ESPAÑA

Pregunta. La verdad es que, sin las gafas y con los cuatro pelos que te quedan, estás irreconocible.Respuesta. ¿Verdad que sí? Y me encanta: es como haber sumado un nuevo heterónimo a mi larga colección. Hace unos meses, después de un concierto, vino a verme al camerino un fan de los viejos tiempos con su hijo, un crío de 10 o 12 años. Mira, chaval, le decía al muchacho, éste es el Sisa, el de la canción aquella de Carpanta que te he puesto tantas veces. Y el crío se me quedó mirando y le dijo a su padre: "Te equivocas, papá, este tío es un imitador". El chaval recordaba a un melenudo cegato y se topaba con un calvo sin gafas.

P. Teniendo en cuenta que veías menos que un gato de yeso, esta operación habrá tenido caracteres de epifanía, ¿no?

R. Es como haber vuelto a nacer. Y al mismo tiempo, el verlo todo perfectamente me da la impresión, no sé muy bien por qué, de ser invisible. Ver bien por fin, a mi edad, es algo fascinante. Tal vez por eso pienso que mi último disco, Visca la llibertat, es el primero de mi nueva vida.

P. Pero suena exactamente igual que los viejos discos de Sisa. Parece grabado justo después de Cantautor final.

R. Es cierto. Quería dar una impresión modelo, como decíamos ayer. Bueno, supongo que sigo siendo el mismo de siempre, que no he cambiado, y no sé si eso es bueno o malo. Es lo que decía Savater en un artículo: si te mantienes fiel a ti mismo, eres un inmovilista y un rancio; y si evolucionas con tu tiempo, eres un chaquetero. Ya lo ves, hagas lo que hagas siempre la cagas.

P. Algunas canciones del disco son de una ingenuidad y de una inocencia desarmantes. Pienso, en concreto, en la que da título al álbum.

R. ¿Te ha gustado?

P. Sí. Es una declaración de principios con la que estoy de acuerdo, y me han entrado ganas de reivindicar obviedades. No sé, que los burgueses son asquerosos y los curas unos parásitos, por ejemplo.

R. Pues les puse esa canción a algunos de mis amigos de los viejos tiempos y me pegaron una bronca tremenda. Me dijeron que esas cosas se tenían que decir hace 20 años, no ahora, cuando yo creo que son igual de válidas. Me acusaron de ingenuo, de iluso, de panfletario. No sé, tú, como los de mi quinta sólo piensan en amasar pasta, amueblar su segunda residencia e inflarse de lubina a la sal, pues les parece que lo que yo digo es infantil.

P. Claro. Lo que mola es recordar con nostalgia el antifranquismo y dedicarse a la gastronomía.

R. ¿Sabes qué te digo? Que se metan la lubina a la sal por donde les quepa. Y las cocochas también.

P. ¿Qué tal fue la colaboración con Pascal Comelade?

R. Pascal es un tipo excelente. No es un gran músico en el sentido técnico del término, pero no le hace ninguna falta porque tiene muy buen gusto y una gran intuición. Es un músico galáctico en su mejor acepción. Y vive muy bien: en un pueblo del sur de Francia, a 40 kilómetros de Perpiñán. Le han ofrecido irse a París y ha dicho que vaya su padre, que en el pueblo, con su mujer y su cría, se está estupendamente. Tiene un pequeño estudio en el que, mientras grabas, ves el campo y, con un poco de suerte, alguna gallina que pase por allí. Hace su trabajo sin prisas, y tiene una gran calidad de vida. O sea, que es un tipo muy inteligente que ha elegido la opción vital adecuada.

P. La tuya tampoco está mal.

R. Tengo 52 años. Ya no pienso en el triunfo. Sólo aspiro a hacer lo que me gusta y a disfrutar de la libertad más importante que existe, que es la libertad interior, el hacer y decir lo que quieres y piensas. Y es una libertad muy olvidada. Tenemos libertad política y las cosas transcurren en España con una cierta normalidad, a excepción de los únicos españoles auténticos que quedan, que son esos bestias del norte que ponen bombas. Pero, a menudo nos olvidamos de esa libertad interior, esa coherencia vital, que es la que te permite estar más o menos a gusto contigo mismo.

P. Has rescatado a un montón de compañeros de viaje para tu nuevo disco. Albert Batiste, Jordi Batiste, Selene, Cachas, Xavier Riba, Dolors Palau, los hermanos Olivé...

R. Sí, y todos se apuntaron enseguida, lo cual me hizo muy feliz.

P. ¿Cómo los has encontrado?

R. Más viejos, claro, pero bien. Albert trabaja de arquitecto y vive en un pueblo cerca de Sevilla, Cachas sigue en Menorca, Selene es una alta ejecutiva de una empresa, Xavier toca el violín con la Simfònica del Vallès, Dolors se ha hecho budista...

P. ¿Estarán contigo en tu concierto del Palau del 19 de enero?

R. No todos. Xavier está muy ocupado con sus asuntos sinfónicos, y a Dolors, lo del budismo no le deja subirse a un escenario.

P. Sisa en el Palau: ¿Cataluña acoge al hijo pródigo?

R. Treinta años después. Como recordarás, en 1970 Pau Riba y yo intentamos actuar en el Palau y fuimos vetados por Millet, su director, porque el Palau era para gente seria y a Pau y a mí se nos consideraba unos sapastres. Nosotros, gente educada, le enviamos a Millet una butifarra con una senyera muy mona. Treinta años después, otro Millet, sobrino del anterior, se presta al desagravio. Y yo se lo agradezco y actúo en tan noble espacio.

P. A mí me sabe mal perder de vista a Ricardo Solfa. Si éste fuera un país normal, podrías publicar discos de Sisa y de Solfa.

R. Pero parece que no lo es. Ricardo Solfa nunca fue comprendido, nunca encontró un público. Reinventó la canción española y nadie le tomó en serio. Por eso le aconsejé que abandonara Madrid y se tomara las cosas con más calma. Ahora lo tengo en La Manga del Mar Menor, donde actúa en algunos locales a los que acuden jubilados.

P. Siempre dijiste que no volverías a Cataluña hasta que te quitaran de enmedio a Pujol. Pero te has comprado un piso en La Rambla y cada vez se te ve más por aquí.

R. Estoy volviendo. Lentamente. O quizá nunca me he ido. Quizá el que se ha tirado todos estos años en Madrid sea el pobre Ricardo Solfa.

Consuelo Bautista

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