El maestro, suplente; los alumnos, titulares
Molina, rey del mano a mano y del juego con el pie, prologa el éxito de los suramericanos
Cañizares, habitual suplente de Zubizarreta en la selección española, fue explícito tras el Campeonato de Europa: "No veo fácil volver a la selección". Molina y él, los candidatos más acreditados a la sucesión, quemaron sus naves en esa competición. A Molina le mató un puñetazo al aire ante Noruega; a Cañizares, su tendencia natural a vivir bajo el delgado espesor de la madera. Casillas les ha ganado por talento y edad. Con 30 y 31 años, respectivamente, han perdido la vez, aunque han mantenido el prestigio. Cañizares mantiene su puesto en el Valencia, aunque tuvo que superar la presencia ocasional del argentino Campagnolo y Palop, sucesivamente, para ratificar sus condiciones. Molina pugna con el camerunés Songo'o en el Deportivo por ganarse el afecto de Javier Irureta.A Molina no le extraña casi nada. Lo suyo es trotar, desde que debutó en la Segunda División con el Villarreal y guardó después la portería del Valencia, el Albacete y el Atlético. En Madrid pasó de los altares a la depresión tras el fichaje de Toni, que convirtió la portería rojiblanca en el fiel reflejo del esqueleto del club: todo sometido a presión, nada gestionado con naturalidad.
Ambos perdieron el favor del seleccionador, José Antonio Camacho, que busca un portero donde casi no hay. Fiel a su estilo de promover alternativas, el técnico ha provocado un desfile en ese puesto para llegar al convencimiento de que la juventud de Casillas se compensa con su experiencia en el Real Madrid.
Los problemas de Camacho responden al estereotipo del fútbol español. Los equipos buscan porteros en Suramérica como antiguamente se buscaban oriundos goleadores: baratos y con ganas de triunfar en Europa. Descontado el argentino Roa, hasta su objeción de conciencia religioso-futbolística, en el Mallorca, el resto no ha elevado el listón. Estrafalarios como Burgos o Montoya, aunque no ineficaces; fracasados como Bizarri, discretísimos como Martín Herrera (Alavés), desconocidos como Gutiérrez (Las Palmas) y esperanzadores como Núñez (Numancia) son algunos casos de porteros suramericanos que hoy pueblan la Liga española con más discreción que lustre.
En su favor juega su mejor adaptación general al guión de la modernidad: el mano a mano es su especialidad y el juego con el pie no suele ser su problema. Sin embargo, el maestro en ambas facetas, el deportivista Molina, ocupa plaza en el banquillo de Riazor.
Antiguos guardametas de la Liga española consideran que sus colegas suramericanos, sin juzgar sus cualidades , "son más espectaculares y el fútbol premia el espectáculo". El mítico Iríbar siempre se ha pronunciado en contra de las nuevas normas. "El portero es el culpable de todo, así que se trata de que no utilice las manos. Para eso, que lo quiten...", afirmaba con ironía.
Polivalentes
Lo cierto es que esas normas han supuesto la tumba de algunos guardametas. Zubizarreta, por ejemplo, sobrellevó mal el cambio de reglamentación. Otros, como Dutruel, han sucumbido a esa faceta, cada vez más exigente con el portero. Valencia, ex portero del Athletic, perdió todo su crédito por el murmullo que ocasionaba cada despeje suyo con el pie.Nadie critica, sin embargo, la dejación de funciones de muchos futbolistas de campo, que traspasan su responsabilidad al portero para ahorrarse un zapatazo mal visto. Incluso proliferan las jugadas en las que el defensor cede el balón a su portero a la pierna equivocada.
Las rotaciones tienen algo que ver con este tipo de sucesos. El fallo siempre será del guardameta que ha ascendido en el escalafón: de puesto específico ha pasado a portero, defensa libre, ambidiestro y habilitado para el juego aéreo. Arconada solía recomendar a los porteros que apuntasen a la banda y se dejaran de complejos. Entrenadores y presidentes ya no piensan lo mismo.
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