_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sorpresas

En estos días cercanos a la Navidad, ya sea porque estamos deseando que llegue o que pase, nos ponemos todos de los nervios. Más que los quehaceres, creo que lo que se nos amontona y lo que se nos dispara son las neuronas: andamos tan locos como insoportables, a toda velocidad, sin enterarnos de lo que nos pasa ni de lo que nos dicen, con la mirada perdida y la cabeza en cualquier cosa menos en lo que estamos haciendo, por eso vamos de sorpresa en sorpresa, y nos da igual porque lo único que nos importa es correr.Para correr más y mejor, ¡oh, error!, utilizamos el coche, lugar en el que mejor podemos acrecentar nuestra irritabilidad. Parados delante de un semáforo en rojo oímos un claxon corto que nos pone tan nerviosos como para comprobar que no tenemos las luces encendidas en pleno día, que no nos hemos dejado un pico del abrigo atrapado con la puerta, que no estamos en el carril equivocado..., hasta que suenan, no una sino mil bocinas ensordecedoras y entonces salimos a toda velocidad y avanzamos varios metros hacia el atasco inevitable, donde el guapito del claxon nos adelanta por el arcén y se nos coloca delante atravesado.

Hasta aquí se puede decir que entra todo dentro de lo penosamente normal; la novedad es que los peatones ataquen con furia a los automóviles sin el menor motivo. Ocurrió la otra noche, cuando una amiga iba conduciendo por una de esas calles estrechas que tanto admiramos por pintorescas. Por el centro de la calle se acercaba, tan despacio como mi amiga, porque ya se sabe lo que aquí pasa con los charcos, una pareja cargada de bolsas; avanzaban y avanzaban sin meterse en un portal, que es lo que se suele hacer en semejante trance, por lo que mi amiga optó por frenar y esperar pacientemente a que pasaran junto a ella. Craso error: lo que hubiera podido ser una delicadeza se convirtió en una pérdida de tiempo coronada por una enojosísima sorpresa, pues nada más alcanzar la pareja el coche la emprendió a bolsazo va y bolsazo viene contra los cristales; así, sin más, sin que mediara un leve salpicón ni palabra alguna. Cuando la víctima pudo reaccionar y se le atropellaron los insultos en la garganta, la pareja había desaparecido.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_