La historia del reloj que quería Arilla pero que se llevó Santana
Tras perder la final de la Copa Davis de 1965, el equipo español no regresó directamente a España. Habían firmado un acuerdo para realizar una exhibición en Filipinas, y estuvieron allí una semana acompañados constantemente por Alberto Quirós del Río, entonces uno de los hombres importantes del presidente Marcos. Jaime Batrolí, el capitán, se fue de Australia a Barcelona. Y el cargo de capitán ficticio lo asumió un periodista, Josep Maria Ducamp, que seguía habitualmente al equipo y, como el resto de enviados especiales -los pocos que se desplazaban-, tenía una estrecha relación con todos los jugadores."Quirós, que era el secretario particular de Marcos, nos dio una tarjeta de crédito para que fuéramos al club americano de Manila y compráramos lo que quisiéramos. Para nuestros gastos, vamos", relata Ducamp. "Pero Joan Gisbert vio uno de aquellos coches americanos larguísimos que impresionaban, y se le metió en la cabeza que debía comprarlo. Decía que nadie nos había puesto límite. Al final le disuadimos, esgrimiendo que tendría muy serios problemas con la aduana y que nunca lograría trasladarlo a España".
Los partidos no fueran más que una anécdota, puesto que el nivel de los filipinos estaba a años luz del de los españoles. Pero durante la semana se produjo un hecho que delata el carisma que irradiaba la personalidad de Manuel Santana. Desde los primeros días, José Luis Arilla quedó impactado por un reloj delgado y muy fino de oro blanco que llevaba Alberto Quirós. "Entonces los relojes eran más grandes. Era distinto, muy bonito y muy caro", cuenta Ducamp. "Cada vez que nos reuníamos con Quirós, Arilla le mostraba su admiración. '¿Te gusta?', le respondía Quirós. 'Precioso', replicaba Arilla. Hasta que en la cena del último día, Santana se sentó al lado de Quirós. 'Este reloj que llevas, Alberto, me gusta mucho, es precioso'. '¿Te gusta?', respondió el secretario de Marcos, 'pues es tuyo'. Se lo quitó y se lo dio. Arilla no se lo creía".
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