San McEnroe
Siempre que alguien se atreve a decir que el tenis es un deporte de pijos, arrecian las protestas de sus muchos practicantes. ¡Como si eso fuera un defecto! En el caso de la Copa Davis, si, además, uno confiesa que no entiende a qué viene tanto despliegue mediático, cometerá una doble herejía, ya que esta prestigiosa competición compensa, con su patriotismo y juego de equipo, su tradicional individualismo mercantilista. ¿Una prueba de la deportividad y del nivel que reinan en la competición de la ensaladera? En la eliminatoria Chile-Argentina, el público vociferó frases como "Argentinos, maricones, les quitaron las Malvinas, por huevones", unos; "Y ya lo ve, y ya lo ve, son los esclavos de Pinochet", otros. Afortunadamente, no todas las noticias sobre tenis son tan violentas. Leo, por ejemplo, que la rusa Kornikova prestará su imagen para una marca de sostenes deportivos y que el eslogan de la campaña será: "Sólo la pelota debe botar".En cuanto a la euforia desatada en el entorno del equipo español, la atribuyo a una forma de intimidación más sutil que el sistema chileno-argentino y que ya veremos si funciona con los temibles australianos. Se basa en esa vieja máxima, que tanto les gusta repetir a los entrenadores de tenis, según la cual la ilusión de ganar ayuda a ganar, mientras que el miedo a perder ayuda a perder. ¿Y qué ocurre con el miedo a ganar? Pero, puestos a quejarnos de algo, lamento profundamente la campaña de promoción de la final de la Copa Davis ideada por TVE. Utilizan a John McEnroe para cachondearse de su suerte y resaltar los méritos de los jugadores españoles. Una vez más, se confirma que en este país resulta difícil destacar las virtudes propias si no es a base de meterse con las desgracias ajenas. Un respeto para San McEnroe, pues. No olviden que fue él quien sacó del letargo al público y a la opinión del público. Y quien, cuando parecía que este deporte había sido abducido por sosos robots de fondo de pista y tecnología sueca, monótonas máquinas de restar, introdujo, además de talento, el escándalo y la protesta en un medio demasiado acostumbrado al silencio remilgado. Sus ataques de ira rejuvenecieron el circuito, sus caprichos pusieron en evidencia los caprichos institucionales, su creatividad amplió el catálogo de golpes y sus peleas con los árbitros todavía perviven en nuestra memoria. Recuerden: McEnroe se acerca al juez de silla y le suelta: "Ustedes son la escoria del mundo". Eso sí era espectáculo.
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