Minicines contra Hollywood
Un local de Majadahonda planta cara a las macrosalas con películas de calidad y atención personalizada
En los últimos dos años, las macrosalas de cine se han multiplicado en la zona noroeste de Madrid. Entre Las Rozas, Majadahonda y Pozuelo de Alarcón suman ocho cines, con ochenta y cinco salas de proyección y con una capacidad de 22.000 localidades, que suelen llenarse con los estrenos más comerciales. El desembarco de las grandes multinacionales ha puesto en jaque a algunas instalaciones que ya existían antes. Sin embargo, se pueden hallar fórmulas eficaces para sobrevivir ante la desigual lucha desatada.Así lo han demostrado los responsables de los Minicines Majadahonda, abiertos desde 1979. Con cuatro salas y 700 butacas que llenar, decidieron especializarse y apostar por un cine de mayor calidad, que no tiene cabida en otros centros. Hasta se atrevieron con versiones originales con subtítulos en español. Y dieron en el blanco. La afluencia de público evidencia que también existe una demanda para este tipo de proyecciones.
Javier Hermida, gerente de los minicines, comenta que, además de la calidad, cuidan mucho el precio y el servicio. "Las críticas de las películas en cartel siempre están expuestas y entregamos unos folletos informativos con los datos más significativos de las proyecciones", manifiesta. Otro de los aspectos importantes es el trato cercano y personal con el espectador. "Esto lo valoran mucho los clientes, nos preguntan al entrar en el cine y entablamos unas charlas muy interesantes", destaca Hermida.
Las nuevas macrosalas se ubican en grandes centros comerciales, donde, además de ir al cine, se puede cenar, merendar, jugar a los bolos e, incluso, hacer pesas en el gimnasio. Este tipo de oferta es inalcanzable para las pequeñas instalaciones que todavía se mantienen. Pero juegan con la ventaja de que existe un tipo de espectador que identifica el cine como una actividad tranquila e íntima, donde no tiene cabida el bullicio que se respira en los macrocentros comerciales.
Este público es el que busca las proyecciones de las pequeñas salas. Y es muy variado. "Hay un público fiel de hace años, otros llegan un día y se enganchan, también vienen grupos de señoras a pasar la tarde y muchos jóvenes, que ahora están entusiamados con Bailar en la oscuridad", indica Hermida. "Lo que está claro es que en la periferia de Madrid hay un interés creciente por el cine de calidad, de festivales y algo independiente que no tiene cabida en otras pantallas", puntualiza.
Otro de los problemas a superar por los minicines, y en general por la oferta cultural de la periferia, es el desconocimiento de los recién llegados a la zona de su oferta cinéfila. Según su experiencia, los nuevos inquilinos se limitan a moverse desde su urbanización a los centros comerciales, donde suponen que encuentran de todo.
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