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Portugal sigue sin esclarecer la muerte del primer ministro Sá Carneiro 20 años después

El 4 de diciembre de 1980, una avioneta Cessna se desplomaba en el barrio de Camarate, cerca de Lisboa. A bordo viajaban el primer ministro portugués, el socialdemócrata Francisco Sá Carneiro, y su ministro de Defensa, Adelino Amaro da Costa. El temor a una guerra civil durante la frágil transición portuguesa orquestó una poderosa conspiración que ha ocultado bajo la apariencia de un accidente lo que, a juicio de los investigadores, fue un indiscutible atentado.

Las dos últimas comisiones de investigación parlamentarias (1995 y 1999) reconocieron por unanimidad las "fundadas sospechas" del crimen de Estado. Veinte años después, la justicia portuguesa no ha juzgado ni esclarecido un caso plagado de irregularidades y misteriosas desapariciones de pruebas. En definitiva, "una vergüenza para la democracia en Portugal", como reconocen los máximos responsables del Partido Social Demócrata (PSD) y el abogado de las familias de los fallecidos, el actual secretario de Estado para Asuntos Fiscales, Ricardo Sá Fernandes.Sá Fernandes reconoce a este periódico que estuvo convencido de que el denominado caso Camarate fue un accidente. "Hasta que me hice cargo de la defensa en 1995 y, tras analizar las pruebas, pude comprobar que se trató de un elemental crimen político", declara. "Un crimen", añade, "que desprestigia y avergüenza a la Administración de Justicia, especialmente al Ministerio Público, así como a las autoridades políticas durante todos estos años y a los medios de comunicación".

El objetivo no era, en principio, el emblemático primer ministro, quien decidió cambiar en el último momento su vuelo regular por un billete hacia la muerte, sino el ministro de Defensa, primer civil en el cargo y responsable de una investigación sobre el tráfico de armas en Portugal. Tras la revolución de los claveles, iniciada el 25 de abril de 1974, muchos militares se sumergieron en las turbias aguas de la venta de armas a los países africanos de lengua portuguesa. El presidente de la República y el Consejo de la Revolución, amenazado con desaparecer por Sá Carneiro, dirigían ese oscuro y rentable negocio. El abogado reconoce ese tipo de operaciones, pero cree que las pistas apuntan hacia el conflicto que enfrentaba a Irán e Irak.

Las pruebas, a su juicio, no faltan. Sá Fernandes explica que "una docena de personas vieron el avión en llamas antes de caer; los especialistas internacionales, entre ellos un español, detectaron vestigios de explosivos en el avión y en el cuerpo de las víctimas, y diversos testigos afirman que los supuestos autores del atentado, José Esteves (un activista de la extrema derecha, actualmente en libertad) y Lee Rodrigues (un mercenario internacional que vive en Brasil), no sólo les reconocieron, sino que se jactaron de haber colocado los explosivos".

¿El motivo de la conspiración, del secreto? Sá Fernandes considera que "el temor a una guerra civil levantó un manto de silencio que, con el paso de los años, se ha hecho más difícil de destapar". "Vamos a pedir la reapertura del proceso con diferentes pruebas que serán presentadas a principios de año".

¿Irregularidades? Muchas, sin duda. El supuesto autor material del atentado, Lee Rodrigues, fue trasladado desde Londres (donde se encontraba preso) a Lisboa para ser interrogado, pero la Policía Judicial no le tomó declaración. El proceso contra José Esteves prescribió sin responsabilidades para nadie y se encuentra en libertad en tierras portuguesas.

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El entonces ministro de Exteriores, Diogo Freitas do Amaral, reconoce que el embajador en Londres le envió un telegrama con una información del máximo interés. Agentes de Scotland Yard informaron sobre la presencia de Lee Rodrigues en el hangar del aeropuerto de Lisboa el día del atentado. Ese telegrama desapareció tiempo después.

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