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Un Guggenheim para Wall Street

La ciudad de Nueva York da luz verde y cede sus terrenos para que Frank Gehry construya un nuevo museo

Enric González

Será uno de los mayores centros de atracción turística y cultural del planeta: una nube de titanio de 45 pisos de altura, con 25.000 metros cuadrados de exposición en su interior y cuatro restaurantes, con el East River a sus pies, la perspectiva del puente de Brooklyn por delante y los rascacielos de Wall Street a su espalda. Dispondrá, además, de parque y embarcadero. El nuevo Museo Guggenheim de Nueva York, claramente inspirado en el de Bilbao, aspira a ser el número uno del arte y la arquitectura contemporáneos cuando abra sus puertas, dentro de unos cinco años.El proyecto fue presentado en abril pasado. El presupuesto era enorme, unos 850 millones de dólares (cerca de 170.000 millones de pesetas). Para hacerse una idea, el de Bilbao, también diseñado por Frank Gehry, costó un centenar de millones de dólares. Pero el dinero no inquietaba excesivamente a Peter Lewis, presidente de la Fundación del Museo Solomon R. Guggenheim. Con sólo una maqueta que mostrar, disponía ya del 30% del total. El problema radicaba en obtener los permisos urbanísticos, medioambientales, vecinales y, sobre todo, el terreno sobre el que construir. Cada palmo cuadrado es de oro en Nueva York.

Gran parte de esos problemas quedaron resueltos ayer. Rudy Giuliani, el alcalde de la ciudad, anunció que el Ayuntamiento proporcionaría el terreno que deseaba el museo, un solar en el extremo oriental de Wall Street y una franja de costa que se extiende entre los muelles 9 y 14, en el extremo sureste de la isla de Manhattan. La ley prohíbe la propiedad privada en las costas, por lo que el Guggenheim se edificará sobre un solar alquilado al municipio. Giuliani dijo, además, que el Ayuntamiento donaría un 10% del dinero necesario y apoyaría a los responsables del museo en todos los trámites administrativos.

Para el pintoresco alcalde neoyorquino, la del Guggenheim puede ser una jugada maestra. Hasta ahora se le conocía por su severidad contra el delito, por sus malas relaciones con la comunidad negra, por su fanfarronería y por su afición al béisbol. Como entusiasta de los Yankees y del deporte en general, batalla desde hace tiempo para conseguir que se construya un estadio en la zona oeste de Manhattan. Sus ánimos se enfriaban, sin embargo, cuando se hablaba de cultura. Su reciente apuesta por la ampliación del Museo de Arte Moderno (MOMA), que esta misma semana debería ser confirmada oficialmente, y, ahora, su apoyo a la construcción del Guggenheim, harán que Giuliani pase a la historia como el alcalde que dio a Nueva York el liderazgo definitivo en el arte contemporáneo. De paso, Giuliani conseguirá que el museo revitalice la deprimida costa oriental del distrito financiero. La idea de los administradores del Guggenheim es dejar en su tradicional sede de la zona alta, la espiral creada por Frank Lloyd Wright, todo el arte previo a 1945, con una presencia muy destacada del modernismo. Las obras posteriores se instalarán en el nuevo museo, que prestará especial atención, según su director, Thomas Krens, a la tecnología, el diseño y la arquitectura. La competencia entre el MOMA y el Guggenheim-Sur será directa.

Tanto los directivos del Guggenheim como el arquitecto Frank Gehry niegan que el nuevo edificio sea una copia ampliada del de Bilbao. Pero no hay más que ver la maqueta y los materiales que se emplearán: titanio, cristal y piedra. El éxito de la sede bilbaína ha sido un factor de peso para que se le encargara otra vez el trabajo al arquitecto californiano y se le pidiera que abundara en unas formas exuberantes.

Donde no hay comparación es en el espacio. El de Wall Street dispondrá del doble de volumen que el de Bilbao, 36 galerías (una de ellas con una extensión de 2.600 metros cuadrados e iluminación natural), un auditorio con 1.200 plazas, oficinas, cuatro restaurantes, galería comercial, una pista de patinaje junto a la entrada, un jardín escultórico, un parque y un embarcadero para transbordadores. Como curiosidad, el proyecto no prevé ni una sola plaza de aparcamiento. Se estima que el complejo empleará de forma permanente a 2.500 personas y que recibirá entre dos y tres millones de visitantes cada año. Los trámites administrativos deben durar todavía unos dos años, y construir el edificio supondrá tres más. Hasta 2005, por lo menos, el MOMA seguirá siendo la referencia del diseño contemporáneo y el Guggenheim de Bilbao mantendrá la primacía en la arquitectura de titanio.

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