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Tribuna:LAS CLAVES DE LA SEMANA
Tribuna
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El alboroto como discurso

Es innegable que la Administración viene potreando un año sí y otro también a los empleados públicos mediante el bloqueo o recorte de los incrementos salariales y desdeñando su negociación. Para el próximo ejercicio ya les ha dicho lo que hay: se aumentarán la mitad o casi de lo que sube el IPC. De nuevo, pues, se les excluye del reparto de la presunta tarta con la prepotencia de quien se lo puede permitir. No ha de extrañarnos, pues, que los funcionarios y sus representantes sindicales estén hasta los moños por la discriminación que sufren, tanto más vejatoria por la falta de diálogo.Ante este panorama, alguien, un listo, debió concebir la audaz idea de asaltar el parlamento, las Cortes Valencianas en este caso. La lucha por la igualdad, desde sus orígenes, así como por la involución, está salpicada de asaltos de este género que, como mínimo, tienen asegurado el eco mediático y la atención de los diputados. Y así ha sido. Un comando de FSP (Federación de Servicios Públicos)-UGT, amparado por una acreditación del grupo socialista, ocupó el martes pasado la galería de invitados del hemiciclo e interrumpió con su alboroto reivindicativo el debate sobre los presupuestos de la Generalitat.

La sangre no llegó al río y los sindicalistas fueron desalojados sin dificultades mayores. Pero era indudable que se había producido un hecho insólito y sin precedentes que habría de provocar reacciones que, tal como se han producido, podemos clasificar en tres apartados: consecuentes, desorbitadas y significativas. Consecuente ha sido, sin duda, la dación de parte a la justicia para que investigue y resuelva sobre los acontecimientos, previstos y penados por el Código Penal, circunstancia ésta que el aludido listorro y sus cómplices soslayaron alegremente. Confiemos en que el fiscal pondere las circunstancias eximentes que abonan el sobreseimiento de este irreflexivo desahogo.

Reacciones desorbitadas y un tanto oportunistas se nos antojan las de los prohombres del PP, que han aprovechado el trance para rasgarse las vestiduras y elevarlo a la categoría de escándalo. Su alegato, además, se tiñe de un juicio de intenciones: a saber qué hubiera dicho la izquierda de estar invertidos los papeles. Eso, a saber. No obstante, el presidente Eduardo Zaplana y su portavoz parlamentario Alejandro Font de Mora tienen razones sobradas para juzgarlo severamente degradante para la Cámara y supuestamente opresivo para la voluntad popular.

Otra cosa es, por significativa y lamentable, la actitud del grupo y partido socialista. El grupo, o su mayoría, digamos en primer lugar, por haber amparado y celebrado la jarana sindical con una euforia ruidosa, expresiva de su connivencia. Después, por tratar de justificarlo aduciendo pretextos ciertamente paradojales, como la de calificar de correcta y acorde a las reglas democráticas esta protesta que puede estar penada con prisión. Y, por último, en contraste con esa absolución, firman una declaración institucional que condena los hechos y respalda a la presidenta de las Cortes y a la Mesa para que tomen "las medidas que al respecto consideren necesarias". ¿A qué juegan o quién demonios manda en ese grupo? ¿Dónde la coherencia y rigor de un partido que se quiere alternativa de gobierno?

Y lo que es peor, esta encerrona se urde, según todos los visos, a espaldas del secretario general del partido, Joan Ignasi Pla, que no puede desautorizar a sus compañeros ni bendecir a los sindicalistas, delatándose así la incomunicación que subsiste entre los dirigentes del PSPV. "El partido", ha dicho, "no ha tenido nada que ver", cuando es público, notorio y probado que estaba en el ajo u obnubilado por Luis Lozano, el líder de la FSP.

Ya sea por inconsciencia o temeridad, lo que este rifirrafe -que no ha sido más- sugiere es que el frente progresista no está todavía maduro para ejercer la oposición exigible y esperada. Debatir los presupuestos, con argumentos y agudeza, hubiera significado su validación. Algo que no alcanzará dándole vela a estas zapatiestas.

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