Un panfleto exquisito
Aquí apenas si se habla de la guerra civil, pero está presente en varias de las figuras que pueblan un espectáculo lleno de vida -de la teatral y de la otra- llevado por seis jóvenes actores que simulan con alto grado de verosimilitud su pertenencia a un mundo rural en los años cuarenta. Es posible que el título de la obra, las manos, aluda a esas extremidades como instrumento del trabajo obligado en ese mundo, aunque no por ello esa apelación carece de significados más poéticos.No es, sin embargo, la poesía de clase lo que busca un espectáculo que se desarrolla en un espacio escénico de muchos usos muy bien diseñado, y muy bien iluminado, que tiene en la sucesión de acontecimientos rememorados un hilo conductor de muchos quilates. Tal vez la estructura dramática sea lo más interesante de un trabajo que quiere ser honesto y un tanto antropológico sin convertirse por ello en un ladrillo de época del tipo de la cursi crónica en sepia de un pasado más o menos remoto. Muy al contrario, aquí todo sigue siendo presente todavía en sus rasgos esenciales.
Las manos
De José R. Fernández, Yolanda Pallín, Javier G. Yagüe, por La Cuarta Pared. Intérpretes, José M. Barderas, Elena Benito, Luis Bermejo, Esperanza Elipe, Eugenio Gómez, Asu Rivero. Vestuario, Esmeralda Díaz. Iluminación y espacio escénico, Juan Sánchez, Miguel A. Coso. Música, La Musgaña. Dirección, Javier García Yagüe. Teatro Rialto. Valencia.
El trabajo de los actores, que lo mismo es coral, cuando es emblema del pueblo, que singularizado cuando se trata de dar vida a los distintos -y ricos- personajes que pueblan esta recopilación de historias, es convincente en general, pese a algunos altibajos quizás debidos a algunas debilidades del texto, y excelente en algunos momentos de postín, lo mismo que el recurso al uso de herramientas, telas y otros materiales escénicos directamente vinculados con lo que vemos de la peripecia de los personajes. Es una determinación que se agradece en medio de tanta asepsia metafórica como invade los escenarios, incluso a propósito de los clásicos más sangrientos. Con este trabajo, que es necesario ver, la compañía madrileña La Cuarta Pared inicia una Trilogía de la Juventud. Esperamos -con calma- la segunda entrega.
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