Rivaldo: 'Patapalo' o el mejor del mundo
El jugador ha amenazado en sólo dos meses con dejar al Barça y a la selección de Brasil por no sentirse tan querido como en sus inicios
Rivaldo, en tan sólo dos meses, ha amenazado con dejar el Barcelona y la selección brasileña como si fueran dos equipos cualquiera y no dos instituciones tan pasionales que devoran a sus ídolos con mayor voracidad incluso que con la que se comen a sus jugadores circunstanciales. Más que una declaración de intenciones, parece tratarse de la expresión del estado de ánimo del mejor futbolista del mundo y, por tanto, de alguien que primero pregunta por su salud y después por la de los demás. Al fin y al cabo, Rivaldo (Recife, 1972) siempre es él y sus circunstancias: ahora no se siente querido ni en su equipo ni en su selección.Quizás por la actitud del delantero, no hay partido tampoco en el que la hinchada no quiera saber el porqué de las cosas de Rivaldo. Parece como si sus goles necesitaran una explicación, puesto que su cara únicamente delata angustia. Ocurre con frecuencia que se le demanda sobre su felicidad, respecto a su tristeza o el motivo por el que es capaz de celebrar un gol o, por contra, obviarlo independientemente de la trascendencia que tenga para el equipo. Tal es su proceder que cuesta ser uno de los suyos, montado como está en el tobogán del fútbol. Rivaldo ha sido elogiado por ilustres como Pelé -"es más completo que Ronaldo"- o Cruyff -"es regular, piensa en el fútbol y no se lesiona"- de la misma manera que se le critica en la miseria, como esta semana en Brasil, cuando Tostao opinó que nunca podrá ser el líder de Brasil porque "marca goles, pero no piensa porque no sabe".
Puesto que nunca fue un líder, ni tuvo carisma ni mando ni resultó mediático. Pues, por no tener, no tiene ni los dientes de conejo de Ronaldo, Rivaldo exige que se le juzgue en función de lo que hace y no de lo que parece. Rivaldo juega, pero difícilmente hace jugar, un asunto determinante para entender su relación con cuanto le rodea y explicar lo que le ha ocurrido: por qué abandonó el Deportivo sin despedirse; a qué viene su desafio al Barcelona, o hasta qué punto es capaz de no volver a la selección brasileña. Rivaldo entiende que nadie tiene qué reprocharle: se fue de Riazor porque el Barcelona pagó los 4.000 millones de su rescisión; cobra 1.100 millones al año en el Camp Nou porque es lo que le prometió Josep Lluis Núñez, y lleva el 10 de Brasil porque a los demás les viene grande. Así que, más que un problema suyo, será asunto de quienes le juzgan.
Rivaldo simboliza los nuevos tiempos del fútbol, falto de referentes, tanto por lo que atañe a jugadores como a equipos o escuelas, por no hablar de tendencias o modelos de club. Brasil anda metido en una gran confusión, el Barça está en una época de tránsito hacia no se sabe dónde y Rivaldo no es quien para aclarar tanta confusión, individualista como es, egoísta como se muestra, sin que ni uno ni lo otro le quiten poder decisivo.
A la que el brasileño ha dejado de pelearse, cuando no ha tenido con quien discutir, en el momento en que se ha quedado solo, se le ha visto más vulnerable que nunca. Mientras duró su debate con Van Gaal, Rivaldo fue el mejor. Mientras se sintió deudor con Brasil, sobre todo porque le culparon de no ganar el oro en Atlanta 96, no hubo otro brasileño con más pegada. Y mientras tuvo que competir por el Balón de Oro no tuvo rival.
Hoy, ya coronado, jugando de lo que quiere, cobrando cuanto cree merecer, Rivaldo aparece ante la hinchada tan desnudo como cuando empezaba y para su escarnio le llamaban Patapalo. A la que no juega como quieren los demás, le pitan; y a la que le aplauden, igual le da por no festejar el gol. Frente a quienes le llaman introvertido y extrañamente familiar, sin reparar en que desde pequeño echó en falta a su padre -atropellado por un autocar-, se levantan los que le tienen por una persona noble y un futbolista de gestos técnicos únicos; ni que sea por oposición, le creen el mejor. A falta de término medio, se le mide, pues, por su mismo rasero, o sea, en función del estado de ánimo de cada uno. O es el problema o es la solución.
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