Protagonistas de una revolución tranquila
Florida es el centro de las miradas de los norteamericanos y del mundo. Sus habitantes lo soportan con sorpresa y con calma
ELECCIONES 2000"Deben pensar que estamos locos". William Capella, un semijubilado de 62 años residente en Boca Ratón y dedicado mayormente a hacer cruceros, se rasca la nariz y continúa: "Mi hermano, que vive en Boston, siempre me pregunta qué nos pasa a los de Florida. Lo del niño Elián González, ahora el lío electoral... Supongo que, visto desde fuera, esto debe parecer un poco extraño. Pero aquí se vive bien. Y los conflictos se superan en poco tiempo".Desde hace muchos meses, Florida centra la atención del público estadounidense y, en consecuencia, de la mayor parte del mundo. Esa popularidad es asumida con una cierta satisfacción por la ciudadanía local, que gusta de sentirse "especial" dentro del país: "Esto es dinámico, esto se mueve. Es normal que ocurran cosas. Aunque yo creo que el conflicto de los votos", reflexiona Margaret Lawrence, de 46 años, propietaria de un comercio en West Palm Beach, "es pura casualidad. Podía ocurrir en cualquier parte, y ha ocurrido aquí".
¿Es casualidad? Elna Green, profesora de Historia de Florida en la Florida State University de Tallahassee, no está muy segura. "Los dos candidatos presidenciales han quedado muy igualados en el cómputo global. Pero ha sido aquí", explica, "donde el práctico empate ha resultado dramático. Quizá eso se deba a que Florida era un Estado tradicionalmente demócrata que, sometido a cambios demográficos y sociales muy intensos, evoluciona desde hace algún tiempo hacia los republicanos. Y estas elecciones han ocurrido en plena transición, cuando se cruzaban, en situación de igualdad, el partido antiguamente dominante y el partido emergente".
Hay otras explicaciones. Porque el principal problema no es el casi empate, sino las irregularidades y chapuzas detectadas en colegios electorales de varios condados y en un sistema mecánico de recuento con un margen de error estimado (0,5%) difícilmente aceptable. La fragilidad administrativa es una de las características de Florida, un Estado jovencísimo. Hace un siglo, Miami no existía, y en lo que es hoy el populoso condado de Palm Beach vivían exactamente 87 personas. "Todos los problemas se ven amplificados por el subdesarrollo del sector público", explican Raymond Mohl y Gary Mormino en su ensayo Una historia social de la Florida moderna. Según Mohl y Mormino, el reciente auge republicano ha frenado la creación de un sistema administrativo comparable al de Estados más asentados. La desproporción entre la arrolladora iniciativa privada y el escuálido sector público se refleja en las estadísticas: Florida, uno de los Estados más ricos de la Unión, es el que menos dinero dedica en términos porcentuales a la educación superior. No existe impuesto sobre la renta, y la tendencia dominante apunta a reducir los restantes impuestos, aun a costa de que sigan disminuyendo los servicios públicos.
"Es una vergüenza que las elecciones en Florida se parezcan a las de Filipinas, sin ánimo de ofender a los filipinos. Todo está en manos de voluntarios, con papeletas mal diseñadas, sistemas de recuento preinformáticos y unos supervisores que no son neutrales, como en otros países, sino militantes de un partido", se queja Martha Senerblom, votante demócrata que se equivocó y marcó el nombre del candidato ultraderechista Pat Buchanan. "Esto", añade, "tenía que pasar algún día. Y ha pasado en el peor día".
La profesora Green reconoce que Florida se está convirtiendo en un territorio "excéntrico" dentro de Estados Unidos. "Nos ocurre", dice, "lo mismo que a Nueva York: somos muy heterogéneos, un mosaico de edades, niveles de renta y procedencias étnicas muy diverso, y en cierta forma somos un territorio aún adolescente. En ese contexto se dan situaciones que pueden ser un poco extrañas para el americano medio y mucho más para los europeos".
El complicado mosaico de Florida tiende, sin embargo, a simplificarse en arquetipos. En general, los norteamericanos piensan que Florida es un lugar donde hace muy buen tiempo, donde los jubilados ricos pasan sus últimos años jugando al golf y donde hay muchísimos cubanos. Lo cual parece confirmarse diariamente. Porque, desde hace medio año, los televidentes están sometidos a un intenso régimen de noticias transmitidas en directo por reporteros bronceados y en manga corta, que hablan de jubilados que no han acertado con el agujero al emitir su papeleta de voto (jubilados que viven precisamente en el condado de Palm Beach, que cuenta con la mayor concentración mundial de campos de golf), y de comunidades cubanas en plena histeria por la situación familiar de un niño balsero. "Sí, ahí hay una posible contradicción", reconoce Green. "Somos cada vez más diversos y dinámicos, pero las noticias de impacto están reforzando los estereotipos clásicos".
Abogados y periodistas encabezan, por este orden, la clasificación de profesionales menos estimados por el público estadounidense, según las encuestas. Y, ahora mismo, unos y otros abarrotan los hoteles de Tallahassee, la capital, y del condado de Palm Beach, el epicentro del conflicto electoral. "Si uno quiere crispar el ambiente, no necesita más que unos cuantos abogados interponiendo pleitos y unos cuantos periodistas informando sobre ellos", asegura Sergio Rodríguez, joven propietario de una empresa de asesoría informática y votante republicano. "Unos cuantos jubilados y el empecinamiento de los demócratas en no reconocer la derrota nos están convirtiendo en el hazmerreir del mundo", protesta Rodríguez.
Abundan las bromas sobre Florida. Jay Leno, sucesor del legendario Johnny Carson en el programa Tonight Show, ofrecía esta semana una explicación humorística sobre las razones del interminable recuento en Palm Beach, en el que unen fuerzas las tipologías más reputadas por su parsimonia: "Fíjense en la situación", decía Leno. "Se trata de unos políticos que han contratado a unos abogados (que cobran por horas) para investigar a miembros de la Administración que tratan de averiguar qué querían votar realmente unos jubilados. No es extraño que, con ese tipo de gente, las cosas vayan lentas. Lo extraño es que no hayan conseguido todavía mover el tiempo hacia atrás". Si uno deja de lado la trascendencia de la situación, ésta es esperpéntica. El republicano George W. Bush puede llegar a la Casa Blanca porque varios miles de judíos demócratas que creían votar por Al Gore votaron, en realidad, por un tipo al que odian: Pat Buchanan, un antisemita de ultraderecha simpatizante de Adolf Hitler.
La crispación que reflejan las informaciones sobre el trascendental recuento y sus ramificaciones legales no se corresponde, de momento, con la realidad en la calle. Hay manifestaciones casi diarias, a favor de un recuento manual o de una nueva votación, por parte demócrata, o por la conclusión del proceso, por parte republicana. Pero se trata de manifestantes poco numerosos y ataviados con gorra, bermudas y gafas de sol, lo cual confiere al acto un cierto aire de protesta vecinal en una urbanización playera. Los momentos de mayor tensión se vivieron cuando un mitin del dirigente negro Jesse Jackson en West Palm Beach fue boicoteado por un numeroso grupo de republicanos negros procedentes de Miami. Ni en ese ni en ningún otro caso ha habido agresiones o una presencia policial notable. La situación en Florida es potencialmente explosiva, pero por el momento se mantiene dentro del tono general de paciencia y respeto dominante en todo el país. La fe colectiva en el sistema sigue siendo casi absoluta.
"Aquí no pasa nada. Vinimos un poco preocupados, pero todo está tranquilo". Fred y Angela Damon llegaron el jueves desde New Jersey para pasar unas breves vacaciones en Palm Beach, y no han visto "ninguna protesta, ninguna manifestación ni nada". El viernes, mientras contemplaban el escaparate de la joyería Cartier en la lujosísima Worth Avenue, Fred lucía una camiseta recién salida a la venta con la palabra "Chad" en el pectoral. El "chad", el pedacito de papel no del todo desprendido de una papeleta parcialmente perforada y, por tanto, no computable por la máquina pero "interpretable" por el humano, es el fenómeno de moda.
Fred y Angela difícilmente podían haberse topado con una manifestación. "La gente se confunde", explicó una dependienta de Cartier, "porque esto es el municipio de Palm Beach, donde no existe ningún problema. Las cosas ocurren en West Palm Beach, que está a unos cien metros de aquí, al otro lado del canal, y en otros puntos del condado de Palm Beach, pero no aquí".
La confusión entre Palm Beach y West Palm Beach le parece "estupenda" a Charles Lehmann, director del Consejo de Desarrollo Turístico del Condado. Lehmann ha instalado un tenderete junto al Centro de Emergencias, el búnker pensado para situaciones de desastre natural al que fueron trasladadas todas las papeletas de voto para el recuento, y se muestra "encantado" por la situación. "El nombre de Palm Beach, que se identifica con las vacaciones de calidad, está siendo difundido por todo el mundo. Y yo tengo a mano un montón de cámaras que acaban aburriéndose con el recuento y vienen a filmarme. Como promoción", asegura, "esto es inmejorable".
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