Últimas palabras sobre el AVE ORIOL BOHIGAS
No faltan muchos días para que se decida la definitiva incidencia del tren de alta velocidad en Barcelona y en una buena parte del territorio catalán. Y ya tenemos datos suficientes para resumir dónde están los factores predominantes de esta operación. La ciudadanía debe tomar conciencia ante un tema que va a condicionar el futuro del país. Considerándome parte interesada de esta ciudadanía, intentaré explicar, según mi leal saber y entender -limitado por informaciones sesgadas-, los datos fundamentales de esta aventura.Las reales necesidades territoriales son el primer dato incuestionable. Es evidente que la línea principal del tren de alta velocidad ha de llegar al aeropuerto de El Prat con una estación pasante de capacidad suficiente y no con una línea en cul-de-sac con ritmos secundarios o aleatorios. Dada la situación tan próxima a la ciudad central y a las ciudades de la conurbación, esta estación servirá adecuadamente al sector oeste de toda el área metropolitana y, naturalmente, será el instrumento de regionalización e internacionalización del aeropuerto. Por esta razón, se trata de una estación de altísimo interés no sólo para Barcelona, sino para toda Cataluña. ¿O es que Cataluña piensa que podrá ir adelante sin un aeropuerto suficientemente equipado para competir con la glotonería mercantil de nuestros vecinos españoles y franceses?
También es absolutamente indiscutible que ese tren moderno y veloz debe tener la estación central en la Sagrera. Razones: espacio suficiente para ofrecer la envergadura indispensable, situación estratégica respecto a las áreas orientales de la conurbación, programa y proyecto urbanístico que sitúan esta área como una nueva centralidad en la regeneración urbana de Barcelona y que según ese programa debe tener el soporte de un núcleo de comunicación intermodal. El emplazamiento de las estaciones urbanas de los ferrocarriles no se decide por simples razones técnicas o económicas derivadas exclusivamente de su explotación. Las estaciones se sitúan de acuerdo con el programa urbanístico.
Establecido este principio, el problema es el del itinerario de la línea ferroviaria más adecuado para alcanzar ambas estaciones. ¿Cómo llegar al aeropuerto desde Tarragona sin que ese itinerario sea un ramal secundario y de utilización dudosa? La solución lógica era llegar paralelamente a la costa hasta el aeropuerto. O por lo menos con un trazado en diagonal, directamente desde Vilafranca. Parece que ahora ya es muy difícil corregir el error inicial -aunque no imposible si el ministerio tuviera más amplitud de diálogo- y tendremos que aceptar que el tren pase por el Vallès y llegue a Barcelona siguiendo el Llobregat. Pero, incluso acomodándonos a este error, hay que exigir que la primera estación -no secundaria- sea la del aeropuerto.
¿Cómo pasar del aeropuerto a la Sagrera? La mejor solución, y la más económica, era el itinerario propuesto por el Ayuntamiento y que en parte había aceptado el ministerio en 1995 (época de Borrell): seguir la línea litoral hasta la estación de Francia, las Glòries y finalmente la Sagrera, aprovechando túneles existentes y ocupando áreas perimetrales en las cuales es fácil hacer grandes obras sin desbaratar el funcionamiento de la ciudad. En cambio, parece que las intenciones del actual ministerio van por otro lado: hacer entrar el tren por la estación de Sants y, a partir de allí, atravesar toda la ciudad con una línea soterrada, utilizando el actual túnel de la calle de Aragó. Esta solución tiene muchos inconvenientes y acumula muchas disfunciones. El primero es que en la estación de Sants no hay espacio para tantas líneas, a menos que se mutile gravemente su entorno urbano o que se relegue al tren de alta velocidad a un papel absolutamente secundario. El segundo es que, al ocupar el túnel de la calle de Aragó, se desmantela todo el sistema ferroviario de cercanías y, para resolverlo, hay que construir un nuevo túnel en las calles de Mallorca y Provença con una estación en la Rambla de Catalunya que debe situarse a gran profundidad, con unos costes napoleónicos y con una eficacia muy discutible. El peligro es que con estos proyectos tan difíciles todo quede aplazado y el tren acabe utilizando la línea directa del Vallès hasta la frontera, sin pasar por el centro de Barcelona.En resumen, la solución con la que se nos amenaza puede dejar fuera de circuito el aeropuerto, puede mutilar la estación de Sants y su entorno, puede desbaratar el sistema de cercanías y puede sacrificar a toda la ciudad con unas obras a largo plazo en pleno centro. A esas alturas ya veo difícil convencer al ministerio para corregir el itinerario, pero como mínimo la Generalitat y los ayuntamientos de la conurbación deben exigir que se salven por lo menos dos puntos fundamentales. El primero es la localización de las dos estaciones -aeropuerto y la Sagrera- en la línea principal y no en hipócritas culs-de-sac. El segundo es el paso a través de la ciudad sin afectar a la actual red de cercanías sino, por el contrario, aprovechando la ocasión para mejorarla y ampliarla de acuerdo con las sugerencias que ha formulado el Ayuntamiento. Quizá habrá que aceptar, para evitar mayores males, que el tren de alta velocidad pase por un túnel nuevo, con la condición de que el de Aragó mantenga sus actuales servicios.
Hay todavía otro tema de crucial importancia. Con todos estos planes, no sabemos exactamente cómo va a ser el enlace ferroviario para las mercancías del puerto. Es un tema que no se puede marginar. El puerto debe generar una línea autónoma hasta la frontera, con ancho europeo, que permita la comunicación con Francia. El Ayuntamiento lo reclama, pero no conocemos todavía ninguna decisión.
Parece que el alcalde insiste en superar todos estos errores y en promover soluciones, aunque en algunos temas su ultimátum haya llegado un poco tarde. Pero desconozco la posición definitiva de la Generalitat, siempre dudando entre sus múltiples intereses políticos. En cambio, intuyo las intenciones del ministerio, que no me parece demasiado interesado en dar la necesaria envergadura al aeropuerto de El Prat ni en responsabilizarse de los problemas de la red ferroviaria como sistema metropolitano de Barcelona.
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