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FÚTBOL La resaca de la jornada

El síntoma Helguera

Santiago Segurola

Helguera es un buen jugador, adornado por unas cualidades que parecen difíciles de descubrir a primera vista. Después de un tránsito por la periferia del gran fútbol, Helguera fue traspasado del Albacete al Roma, donde pasó una temporada en blanco. Zeman no le vio nada especial. Fichó por el Espanyol y allí protagonizó una curiosa historia con Marcelo Bielsa, por entonces entrenador. A Bielsa no le gustó que contrataran a Helguera sin su consentimiento. A ese prejuicio añadió algún factor producto de la observación. El desgalichado tranco de Helguera no le parecía una buena señal. La carrera de Helguera cambió el día que el Espanyol jugó un partido de verano frente a la Juventus en Italia. Bielsa tuvo que recurrir a él porque no le quedó más remedio. Le alineó de defensa porque una cadena de lesiones había diezmado esa línea. Helguera, que oficiaba como centrocampista, estuvo colosal frente a la Juve. Ofreció lo mejor de su muestrario: cabeceador vicioso -por ponerlo en palabras de Bielsa-, atento a los cruces en su condición de líbero, pegador si era necesario y disponible para sacar el balón con criterio. Al año fichó por el Madrid.Con todas sus condiciones, ninguna le hacen un superclase. Dice que le gusta jugar de centrocampista, pero su posición es la de libre, que no existe en el dibujo del Madrid actual. En todo caso, se trata de un buen futbolista de acompañamiento que de ninguna manera tiene asegurada la titularidad. Pero él cree que sí. Ahora se queja del trato de Del Bosque. Le reprocha públicamente que no le haya alineado ante el Depor y el Barça, "los dos partidos más importantes de la temporada".

Helguera pertenece, por lo visto, a la última raza de jugadores del Madrid, donde no son pocos los que marcan en rojo los partidos que les importan de verdad. La mística del Madrid viene de un tiempo en el que Di Stéfano consideraba que todos los partidos eran iguales. Cada uno de ellos era más importante que el anterior. En aquel periodo se instaló en el equipo una vocación por el trabajo bien hecho que perduró durante décadas. Eso ya no existe. El último Madrid ha sido pasto de grandes jugadores convertidos en prima donnas, multimillonarios despegados de su oficio, quejosos de las obligaciones más pequeñas, malcriados por el club. Jugadores, en fin, que consideraban que una cosa es jugar contra el Depor o el Barça y otra -qué fastidio- enfrentarse al Numancia. El comportamiento de Helguera, cuyo fracaso en Los Pajaritos fue monumental, resume perfectamente esta caprichosa manera de ver el fútbol. No sólo se sintió con el derecho a jugar mal, sino que recriminó a Del Bosque que no le alineara el domingo como titular, sin pensar en los demás compañeros. Con actitudes de este pelo, el deterioro del Madrid en los últimos años ha sido imparable. Pero el problema continuará si el entrenador cede y le da tregua al agitador. Esa debilidad es la que cometió Del Bosque cuando sustituyó a Karanka, uno de los mejores del partido, por Helguera frente al Las Palmas.

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