El imposible precio de la belleza
Tienen esa belleza de los objetos que no fueron hechos sólo para darles utilidad. Que fueron pensados para guardar trozos de vida, el calor de cualquier viejo o nuevo amor. Como esta caja escritorio que muestra Noel Ribes, de Salvador Ribes Garín, anticuario de Valencia y que, por primera vez, concurre a Artemanía.O estas cómodas, estos armarios, que ha traído desde Altea Judy Beveridge en los que todavía se adivina el calor de una mano frotando su pulida superficie, el perfume de la ropa que un día guardaron sus cajones.
Es la belleza del recuerdo. Cuando los artesanos se dejaban en sus obras: la devoción de esa custodia de plata del siglo XVII que tiene el stand Lady Anne, el tiempo parado en el reloj de mediados del XIX y la suavidad de ese collar de coral rojo.
Da como un cierto pudor preguntar los precios. ¿Tiene precio la belleza? Lo tiene. Por ejemplo, una tacita de colección vale 40.000 pesetas en El Quinqué. Y un librero sueco de abedul moteado, un millón de pesetas. Distintos precios -que no valores- para llevarse trozos de pasado.
Pero dice Alfonso Alcolea, de la sala de arte del mismo nombre, que tasar las cosas no siempre es posible. ¿Cómo poner precio al Felipe Albergati recibido por Felipe II, de Antonio Burrini? Esa obra que es su orgullo y que se puede admirar en esta nueva edición de Artemanía. ¿Cuánto vale ese maravilloso Rincón apacible, de Joaquín Agrassot? ¿Cómo poner en pesetas la luz que entra por la ventana, la cara de felicidad de la mujer que ha dejado de coser para escuchar -porque se oye- el canto del pajarillo enjaulado a su lado?
¿Que precio tiene el brillo de vida en la dama que mira desafiante en los retratos de Madrazo? O, aunque esté tasado en 20 millones, ¿cuál es el valor de ese deslumbramiento de la mujer que conduce el carruaje en la acuarela de Benlliure , que puede admirarse en Antigüedades Félix Marín. Y, ¿cuánto se pagaría por poseer la belleza de la pequeña acuarela de Fortuny en el stand de José Antonio Jiménez Arnau.
Tal vez nada. Por que nada, posiblemente, pueda pagar la dulcísima tristeza de las Bayaderas indias que expone la Sala de Arte Zeus, de Zaragoza. O la armonía policromada de una inmaculada del siglo XIV; la crudeza de un modelo de anatomía en papel maché, del siglo XIX; el brillo deslumbrante de unos pendientes de brillantes que ofrecen en Antigüedades Manuel Navarro.
Así que por estas salas anda la gente como por una iglesia. Se compra de otra manera. Como si tratara asuntos sacros.
Entre la gente, morena y bella, María José Cantudo. Tiene -dicen- una de las mejores colecciones de pintura realizadas por mujeres. ¿Busca nueva obra?
Artemanía. Palacio de Congresos y Exposiciones. Paseo de la Castellana, 99. Metro de Santiago Bernabéu. Entrada: 800 pesetas. Hasta el 19 de noviembre. De 11.30 a 21.30.
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