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La revuelta de los árabes de Israel

Ángeles Espinosa

Una minoría que supone la quinta parte de la población del Estado israelí radicaliza su protesta contra su marginación

Disculpas oficiales

ENVIADA ESPECIALEl Maccabi Ahi Nazaret tal vez sea el último equipo de la Segunda División israelí, pero resulta un ejemplo de convivencia intercomunitaria. No sólo cuenta en su plantilla con cuatro jugadores judíos, sino que, ante los malos resultados que arrastraba, acaba de sustituir al entrenador palestino por uno judío. Y eso en medio de la Intifada. "Lo que nos importa es que el equipo funcione", asegura un aficionado en la mayor ciudad árabe de Israel.

Apoyo a la Intifada

Pero las mismas dosis de profesionalidad no parecen funcionar en sentido inverso, ni dentro ni fuera de los campos de fútbol. La discriminación que los habitantes árabes de Israel sufren desde el establecimiento de ese Estado, en 1948, empieza a cobrarse su precio. El Gobierno israelí se ha visto sorprendido por su apoyo a la Intifada.

Las protestas que los árabes israelíes organizaron por la matanza de Al Aqsa del pasado 29 de septiembre se saldaron con 13 muertos y medio millar de detenidos. Un hecho sin precedentes en la anterior Intifada (1987-1993) y que, a decir de numerosos analistas, ha marcado un punto de inflexión en las relaciones entre las dos comunidades que viven en Israel: los árabes (musulmanes y cristianos) y los judíos.

La preocupación de las autoridades es tal que, por primera vez, ha habido una disculpa oficial por las "vergonzosas" condiciones de vida de la minoría árabe y promesas de mejora. Difícil solución. Pese a disfrutar de la nacionalidad, su presencia cuestiona la esencia misma de Israel: su carácter de Estado judío."Somos palestinos, parte del pueblo palestino. Donde quiera que se encuentre, pertenecemos a él. Sentimos de la misma manera. Compartimos sus sufrimientos y sus alegrías, también sus objetivos de alcanzar la libertad y un Estado independiente en Cisjordania y Gaza, con Jerusalén oriental como capital", asegura Suhail Fahum, haciéndose eco de un sentir generalizado entre el millón largo de árabes israelíes, una quinta parte de la población de Israel. Fahum es el secretario general en Nazaret del Frente Democrático por la Paz y la Igualdad, un partido de izquierdas que se declara el único verdaderamente intercomunitario y que tiene tres representantes en el Parlamento israelí (dos árabes y una judía).

"La matanza de Al Aqsa fue la gota que colmó el vaso de años de hartazgo", afirma Fahum, convencido también de que el incidente de la visita de Sharon tocó la fibra religiosa de sus conciudadanos. Sin embargo, no cree que haya habido un cambio de actitud en su comunidad y recuerda que ya en 1976 murieron seis árabes israelíes en las protestas por las continuas confiscaciones de tierras.

"Desde 1948 hasta 1967 vivimos bajo administración militar; sólo después de la segunda guerra empezamos a reaccionar, y desde aquella primera huelga general de 1976 hemos realizado otras muchas no sólo contra las confiscaciones de tierra, en 1990 también protestamos por los sucesos de Al Aqsa", explica Nabila Españoli. "Lo que ha cambiado ahora", apunta esta psicóloga y feminista que trabaja por el entendimiento intercomunitario, "ha sido el comportamiento de la policía". "El domingo de la manifestación era tal la presencia policial, que parecía que iban a reocupar Nazaret", recuerda antes de llamar la atención sobre el uso de munición real.

Discrepa de la interpretación que apunta al factor religioso. Para ella, una laica que se declara comunista, Al Aqsa es más un símbolo nacional que religioso, aunque reconoce que el movimiento islamista ha ganado terreno en los últimos años.

También protesta por la denominación "árabe israelí". "Soy una palestina que vive en Israel y tiene documento nacional de identidad israelí. Éstos son mi país y mi pueblo. Yo no elegí el hecho de que la comunidad internacional creara el Estado de Israel en mi tierra; yo no he elegido que el Gobierno promueva la llegada de cientos de miles de inmigrantes rusos". Españoli subraya que se siente "completamente palestina" y que ha intentado ser "completamente israelí" sin perder las raíces, pero no lo ha conseguido.

No todo el mundo tiene tan clara su identidad. J., un cristiano de Nazaret, duda. "Mi padre tenía un pasaporte anglopalestino; yo tengo uno israelí que no estoy seguro de lo que significa, porque no tengo los mismos derechos que los ciudadanos judíos", explica. "Si asumo completamente mi identidad palestina tendría que renunciar a mi condición de ciudadano israelí", admite. "Por supuesto que apoyamos las reivindicaciones palestinas y la creación de un Estado, pero aunque haya un Estado palestino, yo no me trasladaría a él".

Sea como fuere, los últimos acontecimientos han roto la convivencia que con sus más y sus menos se había establecido entre judíos y árabes de Israel en los últimos años.

Los grupos que trabajaban por el diálogo intercomunitario se enfrentan a una realidad desalentadora: se ha impuesto la desconfianza. Las tiendas de Nazaret empiezan a tener escasez de algunos productos porque sus abastecedores de Tel Aviv tienen miedo a repartir allí.

Los taxistas judíos del aeropuerto Ben Gurion rechazan los viajes a pueblos árabes. Muchos judíos de Jerusalén preguntan por su identidad al conductor antes de subirse a un taxi. Un panadero árabe se duele de que el 70% de sus clientes judíos ha dejado de comprarle...

A pesar de su apoyo a la Intifada, la mayoría de los palestinos israelíes no cuestionan su condición de ciudadanos de Israel. Sólo piden igualdad de trato. "La historia es muy importante. Como palestina, no puedo olvidar el desastre de 1948, la destrucción de 480 de nuestros pueblos y la expulsión de 750.000 de los míos. Pero, por otra parte, está la realpolitik: hoy existe un Estado y hay un pueblo que lucha por su autodeterminación. Hay que encontrar soluciones", manifiesta Españoli. "Entonces, este país tendrá que afrontar la contradicción que supone querer ser un Estado judío y democrático a la vez; espero que elija lo segundo", concluye. Mientras tanto, los árabes de Israel seguirán siendo jugadores extranjeros en el equipo de casa.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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