El director Jesús Cracio apuesta por el teatro más vivo e innovador
El director Jesús Cracio vuelve a los escenarios madrileños con Baldosas, una obra del joven David Desola, que se estrenará hoy en el teatro Arlequín. Los empresarios José Manuel Garrido y Alain Cornejo han recuperado este espacio para la escena y lo quieren convertir en un templo para el otro teatro vivo e innovador, que no tiene sitio ni en las salas comerciales ni en las públicas. En él se ha mantenido Cracio durante treinta años, nunca a favor de vientos o mareas, lo que le ha proporcionado su karma de maldito.
Comedia de los cuarenta
El habitual espacio de Cracio era el teatro Alfil, donde estrenó 15 espectáculos en los últimos 12 años. El Arlequín también entra en sus habituales coordenadas, pues en él se pretende atraer a esos espectadores que no son consumidores del teatro comercial puro y duro, ni de los musicales de nuevo cuño, ni de exquisitices de alta cultura, ni de montajes donde la parafernalia lo llena todo. Un teatro para los buscadores de un lenguaje innovador, un territorio en el que Cracio ha permanecido, renunciando a impulsos crematísticos o escaparatistas, lo que, visto desde los presupuestos en los que hoy se asienta la escena española, es una empresa casi milagrosa.La apuesta, como le ha ocurrido muchas veces, en montajes como Los domingos matan más hombres que las bombas, Que no o No hay camino al paraíso, nena, le puede salir bien.
Para ello ha elegido a un autor, David Desola, de 28 años, accésit del Premio Bradomín para jóvenes autores el pasado año, que llega del mundo del celuloide y de los guiones para cine y televisión. A un escenógrafo, Christian Boyer, que sólo trabaja cuando los proyectos le interesan y que también pertenece al mundo de los exquisitos malditos. A un reparto con actores poseedores de una alta y probada profesionalidad, como son Nicolás Dueñas, Beatriz Bergamín, Karola Escarola, Arsenio León y Alexis de los Santos. Y a una historia surrealista y disparatada. O, como dice Cracio "psicalíptica, con aromas de las comedias de Tono, Jardiel o Mihura, pero todo muy contemporáneo".
Tan moderno como que una agencia inmobiliaria va vendiendo pisos, con precios tan adaptados a las economías más precarias que en realidad lo que ofrece es la venta de las baldosas sueltas, de manera que el pisito se puede comprar poco a poco. Al joven matrimonio que protagoniza la obra (Bergamín y León) -"una especie de Rinconete y Cortadillo en moderno", dice Cracio-, la economía sólo les da para cuatro baldosillas en las que cabe un cama, a la que se le han añadido una serie de mecanismos para que el exiguo espacio tenga retrete, cocinita, televisión, lavabo, etc. "Por una vez se puede decir que la ficción supera la realidad", señala Cracio, que se ha interesado por la vida de grandes creadores cuya obra ha sido gestada desde una cama, como Proust, Frida Kalho, Onetti o Colette: "Ahí nacemos y ahí nos morimos, es un objeto altamente simbólico".
Cracio que dice que con esta función se ha acordado mucho de la frase de Erik Rohmer cuando afirmaba "estoy en contra de la pena de muerte, salvo en el caso de los arquitectos". El director asegura que tras esta obra se respira algo de los enloquecidos años cuarenta y cincuenta. "David Desola es una especie de heredero de nuestra mejor comedia de aquella época", dice Cracio; "además, hay que destacar de él que haya tenido la deferencia de dedicarse al teatro cuando todos los autores españoles nos han dejado sin verbo y se han ido a los audiovisuales, que generan más dinero, atosigados por una sociedad que celebra más la cantidad que la calidad".El análisis que la función hace sobre el mundo inmobiliario le lleva a Cracio a adentrarse en territorios filosóficos: "Si a los hombres los crean sus circunstancias, deberíamos crear unas circunstancias humanas, pero, en cambio, todo da a entender que vamos al revés. ¿Dónde queda el parque Güell?, ¿dónde quedan los espacios para el disfrute? Hemos machacado el concepto de tiempo y espacio, que son los elementos que pueden llevar a la felicidad".
Cuando a Cracio se le pregunta cómo ha conseguido ser un maldito durante tres décadas, se ríe y dice: "Eso es algo que no se consigue; uno es, nace, se hace..., yo no me siento desarraigado, sólo sé que me atraen más las historias de perdedores, la vida de un ganador es más aburrida y es imposible que acceda a la suprema lucidez". Cracio piensa que esta actitud le ha proporcionado una importante ganancia: "Tengo mi yo y mi leyenda personal, he tenido posibilidades de acceder a otro tipo de teatro y a otras comodidades, y no lo he hecho porque no me satisface. En cambio, estoy encantado con mi leyenda personal, poder mirar y mirarme de frente y sentir que algunos compañeros me tienen un gran respeto y me dicen 'olé tus huevos".
Baldosas. Teatro Arlequín. San Bernardo, 5. Metro Santo Domingo. De 2.500 a 3.000 pesetas. Hasta el 24 de noviembre.
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