ETA mata en Madrid a un magistrado del Supremo, a su chófer y a su escolta
El coche bomba, con 30 kilos de dinamita, alcanzó a un autobús municipal e hirió a 64 personas
El magistrado José Francisco Querol Lombardero, de 69 años y general de la Armada, era un hombre de costumbres. Ayer, como cada mañana, se despidió de Pepita, ahora su viuda, con la que tuvo cuatro hijos, y bajó en el ascensor de su casa, el piso 12º B del número 65 de la calle de Torrelaguna, en Madrid, a las nueve de la mañana. Su conductor, Armando Medina Sánchez, de 57 años, casado, con un hijo, estaba apurando un café con porras en el bar Valencita, situado en la avenida de Badajoz, mientras el escolta, Jesús Escudero García, un agente del Cuerpo Nacional de Policía, de 53, también casado y con cuatro hijos, charlaba sobre la inminente llegada de las heladas con el portero del bloque.Querol Lombardero, que el 30 de noviembre habría cumplido los 70 años y que iba a jubilarse, se cruzó con su conserje, Fernando Sanz, quien le saludó con un simple "¡don José!" y un movimiento de mano. El magistrado de la Sala Quinta de lo Militar del Tribunal Supremo fue un momento al quiosco de la puerta. "Hizo lo de todas las mañana: compró un Abc y un paquete de Ducados y se marchó", relataba, todavía impresionado, el quiosquero, Ángel de las Sías.
El juez, su escolta y el chófer subieron después en el coche oficial, un Renault Megane verde sin blindaje ni inhibidor de frecuencias, matrícula PMM-1443-A, y enfilaron hacia el cruce de la calle de Torrelaguna con la avenida de Badajoz a pesar de que esa dirección está prohibida salvo para autobuses y taxis. De hecho, la Policía Municipal había parado en algunas ocasiones a Querol por ello, pero le había dejado seguir después de que se identificara. El vehículo torció hacia la derecha, obligado por una señal de tráfico, hacia el Tanatorio de la M-30. Otras veces tomaba la dirección contraria y salía por la calle de la Condesa de Venadito.
Los terroristas ya estaban esperando con el mando a distancia que activaba el explosivo en las manos. El coche bomba, cargado con unos 30 kilos de dinamita, estaba perfectamente aparcado en la esquina de la avenida de Badajoz. La explosión del automóvil que contenía el artefacto -un Renault 19 rojo robado el 17 de agosto en el barrio de Fuencarral- dio de lleno al coche oficial, que saltó por los aires convertido en una bola de fuego, sobrevoló un autobús de la línea 53 de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) y cayó en un parterre, al otro lado de la calle, pegado a un Centro de Atención a la Infancia del Ayuntamiento de Madrid. Eran las 9.12 y los casi 2.000 niños de los cuatro colegios de la zona acababan de entrar en sus respectivas clases.
La explosión alcanzó de lleno la parte delantera del autobús, que, al mismo tiempo, sirvió de parapeto para casi una docena de personas que caminaban en ese momento por la calle. El conductor del transporte público, Jesús Sánchez Martínez, de 35 años, quedó gravemente herido, "con severísimas lesiones craneales". La parte delantera de su vehículo empezó a arder mientras la decena de viajeros saltaban aterrorizados a través de las ventanas. La totalidad del pasaje viajaba sentada en la parte trasera del autobús 53, que estaba a punto de llegar a la penúltima parada de su recorrido, lo que evitó una tragedia mayor.
La deflagración mató en el acto al magistrado, a su chófer y a su escolta, que quedaron calcinados e irreconocibles. Fue el juez Baltasar Garzón, de guardia para asuntos de terrorismo, quien localizó sus identificaciones. Un total de 64 personas sufrieron heridas, las más graves las del conductor del autobús y una niña de 11 años que sufrió una fractura abierta en una pierna. Anoche seguían ingresadas 12 de ellas en diferentes hospitales.
Más de 400 viviendas sufrieron daños de importancia y el bloque con más destrozos fue el situado justamente en la acera en la que estaba aparcado el coche bomba: el número 61 de la calle de Torrelaguna, una torre de 15 plantas en la que todos los pisos padecen daños importantes, aunque su estructura no se ha visto afectada. Una treintena de coches resultaron afectados, seguida de un imponente incendio. Una nube de bomberos, ambulancias y policías llegó inmediatamente a la zona, donde numerosas personas huían a la carrera mientras los heridos de mayor consideración seguían en el suelo y la policía acordonaba una amplísima zona alrededor del lugar del atentado ante el temor de que hubiera otro coche bomba. El vehículo utilizado por los terroristas llevaba placas falsas, fabricadas supuestamente con la troqueladora robada en Eibar (Guipúzcoa) en noviembre de 1999, aunque las fuentes consultadas no han dado las siglas ni el número. Los 30 kilos de dinamita, de la robada por ETA en Francia, estaban dentro de una olla para dirigir la onda expansiva.
Éste es el cuarto coche bomba que estalla en Madrid desde que la banda rompió su tregua con el asesinato, con el mismo método, del teniente coronel Pedro Antonio Blanco el pasado 21 de enero.
ETA, que dispone de "cierta infraestructura y posiblemente de un comando en Madrid", ha hecho estallar 25 coches bomba en esta ciudad y ha causado 51 muertos y 200 heridos. Y desde que se acabó el alto el fuego ya ha asesinado a 19 personas. Los terroristas han vuelto a elegir el terror indiscriminado por las facilidades que supone para ellos a pesar de que en la capital se había desplegado un impresionante operativo policial ante la sospecha de un "atentado inminente", según fuentes de Interior.
Los etarras estaban apostados en torno al número 21 de la calle de Torrelaguna, desde donde podían ver el coche del magistrado y tenían vías de escape. Fuentes de la lucha antiterrorista indicaron que posiblemente el coche fue aparcado en la avenida de Badajoz el fin de semana, ya que los terroristas habían seguido al magistrado y sabían que, aunque usaba dos itinerarios, antes o después pasaría por el cruce Torrelaguna-Badajoz. La policía investiga la grabación de una cámara de vídeo de una entidad bancaria por si captó a los etarras. Varios testigos han asegurado que vieron por la zona, el día antes del atentado, al etarra Javier Abaunza Martínez, de 35 años.
El triple asesinato provocó reacciones de espanto. La viuda de Querol fue visitada por los ministros de Defensa, Federico Trillo, cuyo padre era amigo de la víctima, y de Justicia, Ángel Acebes. También se desplazaron al lugar de los hechos el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, y el director general de la Policía, Juan Cotino. El rey Juan Carlos expresó su solidaridad a los familiares de los fallecidos y a los heridos y aseguró que los asesinos, "tarde o temprano, pagarán sus crímenes". La capilla ardiente con los restos de Querol y Medina quedó instalada en el Supremo y el presidente del Gobierno y representantes de los partidos asistirán hoy a su funeral. Anoche visitaron la capilla ardiente el presidente del Tribunal Constitucional, Pedro Cruz Villalón; el fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, numerosos vocales del Poder Judicial y los ministros Jesús Posada, Cristóbal Montoro, Jaime Mayor, Ángel Acebes, Pilar del Castillo y Trillo.
Los restos de Escudero se trasladaron a Granada. La policía canalizará la colaboración ciudadana a través del teléfono 900 100 091.
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