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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oportunidad para IU

Gaspar Llamazares será el sustituto de Julio Anguita al frente de Izquierda Unida. Como en el caso de los socialistas, el encargado de la renovación generacional ha sido elegido por un margen mínimo. El nuevo coordinador general había dicho que el cambio era inevitable, cualquiera que fuera el vencedor. No lo tendrá fácil, pero tampoco lo habría tenido Frutos. Y es así porque la crisis organizativa es consecuencia de la política; de la dificultad para encontrar un referente que sustituya a las desgastadas banderas del comunismo una vez que la doctrina ha sido refutada en la práctica. Anguita se despide tras 12 años de liderazgo en los que consiguió sacar al viejo PCE de la depresión, pero fracasó en su intento de convertir a IU en una fuerza determinante de la política española.En IU se ha manifestado una doble paradoja. La formación que más hablaba de programa, por oposición al pragmatismo que denunciaba en sus rivales, fallaba precisamente por lo anacrónico de su oferta programática. Y el partido de las ideas, los principios y el programa, por oposición al personalismo de los demás, sólo ha discutido en esta sexta asamblea de personas: de quién, y no de qué.

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La definición del qué hacer de la izquierda de la izquierda está pendiente por lo menos desde la sustitución de Carrillo. Ya entonces pugnaban dos respuestas a la crisis. La reafirmación, frente al centrismo de los socialistas, de las señas de identidad tradicionales de la izquierda, o la reconversión en una coordinadora de movimientos sociales y sectores radicales. Anguita pareció apostar por esta segunda vía, pero luego viró hacia una reafirmación de la ortodoxia marxista, justo en el momento en que ésta se derrumbaba por doquier.

De todas formas, la apuesta previa por el formato de coalición y el cambio de nombre sirvieron para diluir la desprestigiada imagen del comunismo. La transformación permitió a IU convertirse, entre 1989 y 1993, en receptor de los votos perdidos por el PSOE por su izquierda. Pero la esperanza de un sorpasso (sustituir a los socialistas como principal formación de la izquierda) no se verificó. La mentalidad algo simple de Anguita fue incapaz de imaginar una idea intermedia entre la de la sumisión a la socialdemocracia y la identificación de ésta con la derecha. El resultado fue la teoría de las dos orillas, que sirvió para desgastar a los socialistas en beneficio del PP y para que, a la siguiente oportunidad electoral, IU perdiera a la mitad de sus votantes.

En vísperas de la asamblea, Anguita dijo que si bien ha cometido errores, también ha tenido grandes aciertos. Entre otros, el rechazo a la entrada en el euro y la actitud ante la guerra de Yugoslavia, en la que se alineó cerca de Milosevic. Con aciertos tan estruendosos no necesita fracasos. Llamazares tendrá ahora ocasión de superar dos vicios que IU heredó de los viejos partidos comunistas, y de los que Anguita fue exponente cualificado: la deliberada ignorancia de los hechos cuando éstos no confirman la teoría (o los prejuicios) del coordinador general y la negativa a analizar las causas de los fracasos. En la asamblea de IU de Andalucía, hace dos semanas, culpó a la prensa del retroceso electoral.

La apuesta del PSOE de Rodríguez Zapatero por dar prioridad a la reconquista del centro abre una oportunidad para IU. Pero las dificultades de Llamazares para ocuparlo no son escasas. Ha construido su alternativa por agregación de sectores muy heterogéneos, y de ahí la parquedad de sus pronunciamientos políticos durante los debates: no podía arriesgarse a perder ningún apoyo porque, como se ha comprobado, los necesitaba todos. En su primer discurso como coordinador general dijo ayer que los resultados transmiten un doble mensaje: la renovación y la integración; un cambio sin vencedores ni vencidos. El riesgo obvio es que se quede sin la seguridad de las señas tradicionales, que pasarían al PCE, cuyo secretario general sigue siendo Frutos, sin establecer unas nuevas que permitan una identificación clara al electorado. Por ejemplo, en relación con los nacionalismos.

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