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La aventura más grande

Una tragedia silenciosa

Pallassos sense Fronteres se ha convertido en una de las grandes aventuras que pueden hoy vivirse en el mundo del espectáculo. Son gentes de la farándula -payasos, actores, bailarines- que quizá no tengan otra cosa que ofrecer que una sonrisa a los niños, pero lo hacen en lugares donde lo frecuente son las lágrimas, la desesperanza, la injusticia, la pobreza o la guerra. Pallassos sense Fronteres presentó en la noche del miércoles en el Festival Internacional de Pallassos de Cornellà una réplica aproximada del espectáculo que el pasado abril llevaron a los campos de refugiados saharauis.Participaron componentes del Circ Crac, de Comediants y los payasos saharauis Selma, Muhammad y Salah. Se proyectó también el cortometraje Lalia, con el que Sílvia Munt ganó en la pasada edición de los premios Goya el galardón al mejor cortometraje documental.

Lalia es, de hecho, una mirada sobre el universo saharaui, 25 años de resistencia de un pueblo expulsado de las tierras de sus padres, sus ancestros, pero visto a través de los ojos de una niña que escribe una redacción para el colegio, o tal vez un cuento, y cuya voz interior permite al público ver la tragedia callada, silenciosa de los saharauis. Tragedia, es verdad, pero vista desde la inocencia, con la transparente voluntad de futuro de los niños. Sin odio, sin rencor, sólo con el deseo de volver a ver el mar que, dicen, bañaba las tierras de su pueblo. Lo que ve el público es el paisaje miserable, paupérrimo, de chabolas, polvo, la arena de un desierto inhóspito. El cortometraje, filmado en el Sáhara, se proyectó durante el mes de abril en los diferentes campos de refugiados que visitaron Pallassos sense Fronteres.La Nit Saharaui, que en Cornellà ha servido para recaudar fondos para nuevas expediciones de Pallassos sense Fronteres, se centra en la estética de Comediants y cuenta, entre sus protagonistas, con el dorado sol de cartón piedra de Sol Solet. Lo que explican es un mito inventado. El matrimonio del Sol y la Luna y, también, el viaje de una troupe de payasos por los mares en pos de la belleza del sol. Un espectáculo entregado y alegre, que, después de verlo en directo, el público tuvo ocasión de ver en el documental que se proyectó, al final, sobre la expedición al Sáhara de Pallassos sense Fronteres, y donde lo más destacado, los auténticos protagonistas, son los niños y ese desierto infinito que los payasos recorrieron, sin quitarse la nariz roja, en camiones descubiertos.

Uno de los momentos más entrañables de la velada celebrada el miércoles en Cornellà fue la breve actuación de los payasos saharauis Selma y Muhammad, que contaron, en árabe y en castellano, las peripecias de dos personas que se encuentran en el desierto. Una tiene comida y la otra, una tienda de campaña. Acaban compartiendo lo que tienen pero, como son payasos, montar una tienda o encender un fuego puede acabar siendo una auténtica tarea de titanes. En cuanto a Salah, el tercero de los saharauis invitados a Cornellà, su trabajo es el de coordinador de terreno para el Sáhara y se ocupa de las necesidades de los niños de la zona de intervención de Pallassos sense Fronteres.

El dinero recaudado en Cornellà servirá para cubrir los gastos que en noviembre origine el envío de las compañías Troupe de Nassos y Asaco al Sáhara, donde colaborarán en talleres de formación para maestros de espectáculos de calle, además de presentar sus montajes ante audiencias que, no había más que verlo en el reportaje, muestran una sonrisa desarmante, que clama al cielo. La felicidad de los niños de un mundo hecho tragedia.

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