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El último encuentro

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Dice el ministro de Asuntos Exteriores que España no debe ver como un riesgo la entrada de Polonia, Hungría y otros países del Este en la UE. Hay que felicitarse por la declaración porque va en contra del pensamiento mayoritario que existe en España. Es de agradecer porque en nuestro país son pocos los gobernantes que se atreven a explicar lo que es muy común en economía: que lo que parece perjudicial puede ser beneficioso y, en especial, que la desprotección gradual de nuestro aparato productivo es la mejor forma de protegernos y de contar con empresas sólidas en el largo plazo.No es que los españoles estén en contra de la ampliación, pero la juzgan como algo que, si bien políticamente puede merecer la pena, tendrá costes desde el punto de vista económico. Se puede resumir la visión predominante sobre la ampliación en tres proposiciones. La primera es que la ampliación beneficia fundamentalmente a los países que van a entrar en la UE y, quizá, a Alemania. La segunda, que nos crea algunos problemas como la ingobernabilidad de las instituciones de la Unión o la imposibilidad de mantener sin cambios algunas políticas como la Política Agraria Común (PAC), que rige el eurocomisario austriaco Franz Fischler, y sus ingentes subvenciones. La tercera es que la competencia de esos países va a dañar a la economía española.

Sólo la primera es cierta. En cuanto a los problemas de ingobernabilidad de la UE, la ampliación no los crea sino, como mucho, los agrava y, en cuanto a la PAC, es difícil reformarla pero, excepto sus beneficiarios, nadie cree que beneficie a los europeos. Sobre los peligros de la competencia hay que estar de acuerdo con el ministro en que no hay riesgo de que la ampliación nos perjudique. Pero, teniendo en cuenta nuestra experiencia histórica, en sus próximas declaraciones debería ir más lejos y explicar que la ampliación beneficiará económicamente a los españoles, como ha sucedido sin excepción con todos los acuerdos de apertura e integración que ha suscrito España a lo largo del último medio siglo.

Se debería recordar también otra experiencia que hemos vivido siempre y es que, antes de cualquier acuerdo de apertura e integración, se han hecho invariablemente predicciones del impacto negativo que tendría tal acuerdo. Es lógico que, cuando se está en medio de un proceso negociador, se presuma de sacrificios para conseguir unos plazos y condiciones que faciliten la suavidad en el proceso de integración. Pero la opinión pública debería distinguir entre lo que se dice para negociar y los efectos que realmente tendrá el acuerdo.

España, a diferencia de otros países europeos, ha vivido y sigue viviendo de espaldas a los países del Este de Europa. La presencia de empresarios españoles en esas tierras es, salvo dignas excepciones, casi nula. Esto cambiará con la ampliación y seguramente supondrá un cambio mayor para España que para los países que ya están más vinculados a ellos. Lo que es difícil, cuando uno introduce una mayor libertad en las relaciones entre la gente, es adivinar lo que se va a hacer con la libertad. Es posible que se cumplan las predicciones que ahora se hacen sobre los sectores que pueden verse favorecidos -la producción hortofrutícola- pero es seguro que, como ha sucedido tantas veces, el mayor impacto positivo se producirá en otros sectores que nadie había imaginado.

La ampliación no sólo no significará un sacrificio para los españoles sino que, egoístamente, nos interesa. Polonia, Hungría y República Checa suman 60 millones de habitantes con unas preferencias y posibilidades de consumo que están más cerca de las de los españoles que las de otros europeos más desarrollados y esto puede aprovecharse por nuestras empresas. La integración supondrá además que nuestros funcionarios, a través de la maquinaria comunitaria, empezarán a conocer mejor esos países y, de esa forma podrán apoyar y estimular las iniciativas empresariales. Finalmente, el encuentro con culturas largamente ignoradas no sólo significará mayor gozo y disfrute para todos sino que, por usar la jerga económica, mejorará nuestro capital humano.

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