El Tour más duro de Virenque
Comienza en Lille el juicio por el 'caso Festina', con 10 acusados
Corren malos tiempos para los escaladores. Mientras Marco Pantani, el genial italiano, sufre un juicio por "ilícito deportivo", en Lille un centenar de periodistas, fotógrafos y televisiones se aprestan para vivir tres semanas, en una sala habilitada en los sótanos del Palacio de Justicia. Será un particular y especial Tour, será la carrera más dura de Richard Virenque. Sí, en efecto, comienza hoy el juicio del caso Festina y aunque el más popular de los ciclistas franceses es sólo uno de los 10 encausados que se sentarán en el banquillo, nadie duda de que también será la figura estelar de un proceso en el que el juez Daniel Delegove pretende, ambiciosamente, no sólo cerrar los hechos que en el verano de 1998 a punto estuvieron de llevarse consigo al Tour y también al ciclismo, sino aclarar y desentrañar los cómos, cuándos, porqués y para qués del dopaje en el deporte profesional.
El caso Festina, por ser el equipo francés dirigido entonces por Bruno Roussel el que admitió en el Tour del 98 la existencia de "dopaje organizado y controlado" en su interior, podría ser también el caso de la EPO, por ser esta sustancia, la eritropoyetina, hasta entonces un arcano, la que contenían las casi 400 ampollas que transportaba en su coche, pegatinas Festina bajo los reflectores, el masajista Willy Voet, detenido el 8 de julio, de madrugada, en una oscura carretera entre Bélgica y Francia.
La EPO bajó al vocabulario habitual, el Tour vivió momentos tormentosos, amenazas de huelga, una etapa neutralizada e intervención policial en los hoteles, y Virenque, el líder del Festina, el ciclista más admirado y querido, sufrió una dolorosa expulsión, una detención posterior y un paso por las cámaras insonorizadas de los interrogatorios policiales. Y como en la carretera, como cuando comienza el Tourmalet o Alpe d'Huez, Virenque se quedó solo. Fue el francés, de 32 años, el único que frente a toda evidencia y todos los dedos acusadores se mantuvo; nunca aceptó haber recurrido al dopaje.
Todos sus compañeros de equipo cumplieron una sanción deportiva; él tuvo que exiliarse. En un equipo italiano volvió a encontrarse. Ya no fue el corredor audaz e ingenuo, el fantasma individualista que enamoraba a la Francia profunda en sus comienzos aventureros. En Italia, la sonrisa de Virenque se contaminó también de sabiduría y dureza. Ganó una etapa en el Giro. Luego, otra en el Tour. Terminado el año, su equipo, el Polti, desaparece. Ahora no encuentra quién le quiera. Quizás no lo encontrará hasta que no concluya el proceso de Lille. Si gana, como hasta el fiscal cree, el futuro está abierto. Si pierde, si el tribunal entiende probados los cargos de "complicidad en la provisión e incitación al uso por otros de sustancias dopantes y complicidad en la posesión, transporte y ofrecimiento de sustancias venenosas", una posible pena de dos años y una multa de 100.00 francos. Y, pena accesoria, el hundimiento definitivo de su personaje.
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