¿A quién le importa?
En el informe-balance para la VI Asamblea Federal de Izquierda Unida, que se debatirá la próxima semana, el desprevenido lector, armado con toda la paciencia que requieren sus más de 50 folios compactos, tropieza sin previo aviso con esta deliciosa sentencia: "La historia de la izquierda y de la creciente implantación social de sus propuestas, de sus valores y de sus comportamientos ha sido la historia de la aplicación al mundo de hoy del método de la mayéutica socrática para concienciar y estimular y así impulsar una praxis democrático-epicúrea".Quienes tengan por costumbre u obligación leer documentos emanados de la dirección del Partido Comunista reconocerán enseguida el ritmo ternario de la frase: los comunistas nunca dicen nada si no es de tres en tres: propuestas / valores / comportamientos; concienciar / estimular / impulsar. Por ese lado, ninguna sorpresa. Lo verdaderamente grande, el descubrimiento genial, que sólo a un artista del lenguaje se le podía ocurrir, consiste en relacionar la historia de la izquierda con la mayéutica socrática, de una parte, y, de otra, con una praxis democrática-epicúrea. Eso sí que es, como dirían en Sevilla, una maravilla.
Esta maravilla sirve de pórtico a la consideración central que el informe presenta a los delegados: que la tarea de IU es la Construcción de la Alternativa desde un CONSCIENTE colectivo con prácticas, actitudes y valores del ser humano acordes con la Persona Nueva que se pretende construir. Mucha construcción hay en el informe, y mucha mayúscula, y no sorprenderá encontrar el Proyecto y su PROGRAMA definidos como un "trabajo de ingeniería social". Pero lo interesante del asunto, además de este rebrote de saint-simonismo, consiste en definir la sustancia de IU como la del Ser para la Alternativa.
Se comprende que en política alguien se presente como alternativa no ya de un gobierno en el poder sino de todo lo realmente existente. Definirse como alternativa, y creérselo, satisface durante cierto tiempo la necesidad de autoestima en el presente, puesto que uno no es como los demás, y de expectativas en el futuro, puesto que el Todo por llegar le pertenece. ¿Durante cuánto tiempo la satisface? Porque el problema comienza cuando pasa la primera unidad de cuenta de la política, cuatro años, y nada, uno sigue siendo no más que alternativa. Y luego pasan ocho, y doce, y dieciséis, y uno ahí, dale que dale, reafirmando la esencia de su ser como alternativa.
Problema porque ser como alternativa encierra una contradicción que ni el más audaz de los hegelianos -ni aun que viniera en su socorro una legión de socráticos y epicúreos- podría resolver con aquellos juegos malabares de la antítesis que deviene síntesis superando la tesis. Si uno se define como alternativa y persiste indefinidamente en su ser, el resultado es que su ser deviene nada. Y en ese momento, no queda más que hablar sobre lo hablado, convertir los textos en el Texto e incurrir en el bloqueo político que consiste en medir lo hecho en relación con lo escrito. Ah, si todos hubieran sido como yo, si todos hubieran cumplido lo dicho en el Texto, viene a decir el informe recapitulando en páginas sin fin lo mucho escrito y lo poco actuado desde la fundación de IU.
Así, lo que espera a los delegados es una regañina: no han llevado el análisis teórico a lo real-concreto. No se someterá a discusión si el análisis, más que lo real-concreto, era lo equivocado. El Texto es intocable y Julio Anguita lo refregará ante las narices de los delegados para que midan su desvarío. Todos buscarán compungidos dónde han fallado y, después de entonar un mea culpa colectivo, se dispondrán a elegir nuevo coordinador. Pero ¿a quién importa de verdad, excepto a ellos, la lucha por el poder entre Frutos y Llamazares? Hasta que no rompa la campana neumática en la que se ha recluido para no escuchar el estruendo del derrumbe de los muros de Berlín, IU será un pequeño Sísifo a cuestas siempre con su gran Alternativa.
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