Thatcherismo de rostro humano
Primero, la estabilidad económica. Y después, la justicia social. Ésta ha sido la fórmula con la que Tony Blair revolucionó el Partido Laborista británico, con la que arrasó en las elecciones británicas de 1997 y con la que ha gobernado desde entonces pese al desencanto de los sectores más izquierdistas del país. Su tercera vía, también llamada "thatcherismo de rostro humano" por los críticos con más sorna, ha zarandeado los viejos esquemas al atacar justo en la yugular de aquella idea del papá Estado como benefactor social.Lo del rostro humano no hay quien lo dude, ya que Blair ha conseguido unas cuotas de popularidad que no tuvo Thatcher. Las privatizaciones van bien. El gasto social se mantiene recortado pese a unas epidemias de gripe que cada invierno ponen en evidencia una sanidad envejecida e insuficiente; y nada causó más disgusto el pasado curso en Londres que el irrisorio aumento de las pensiones en 75 míseros peniques de libra. Nada de eso parece importar a Blair, que sigue defendiendo su contención del gasto con la intención de arreglar la macroeconomía.
La justicia social, dice, vendrá después; en un segundo mandato, que casi todos los sondeos le auguran.
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