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Tribuna:El gran clásico
Tribuna
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Todos fueron Figo

Santiago Segurola

Detrás de su rostro pétreo hubo un hombre que se vio superado por las emociones. Figo fue permeable al impacto de su regreso al Camp Nou, donde se vivió un partido tenso, con bastante desgarro, mucho mejor interpretado por el Barça que por el Madrid. El Barça, que busca su trazo después de la era Van Gaal, se dejó de academicismos y se lanzó por la vía directa, con un juego vigoroso, donde nadie dio un paso atrás. En el Madrid, sí.Lo de Figo es natural. Decía Vázquez Montalbán que si el portugués salía ganador de su retorno a Barcelona, habría que pedirle el nombre de su psiquiatra. Figo quiso disimular tras su gesto impenetrable la tensión de una noche durísima. No lo consiguió. Por una vez, tuvo la piel blanda. Se le vio impresionado, humano, y no podía ser de otra manera: sólo un robot puede resistirse a un latigazo emotivo de tal calibre. Figo siguió el camino de Laudrup, Schuster y todos aquellos que pagaron el peaje en su retorno al Camp Nou.

Por encima de sus extraordinarias cualidades como futbolista, hay una que le ha distinguido desde su llegada al fútbol español: su carácter ganador, establecido a partir de un coraje masivo. Al contrario de lo que se estila, Figo ataca a los defensas, los obliga a pensar más de la cuenta, les niega la mayor: en el combate es más agresivo que ellos. Eso hizo de Figo un caudillo en el Barça, y ésa fue la razón de la admiración que provocó en la gente. Era más que un gran jugador, era un mesías.

La escenificación aturdió a Figo, y por extensión al resto de los jugadores del Madrid, que somatizaron todos los problemas de su compañero. Se diría que todos fueron Figo. La hinchada del Barcelona contaba con el efecto de su beligerante puesta en escena sobre el jugador portugués. Pero probablemente no sospechaba el tremendo daño que provocaría sobre el resto del equipo madridista. Nadie se rebeló contra un partido que fue decididamente mal para el Madrid desde el principio.

El Barça se llevó la victoria por pura actitud. Marcó el territorio en los diez primeros minutos. Persiguió al Madrid hasta el área de Casillas, con una tenacidad que no encontró respuesta en las filas rivales. Hubo otras cuestiones para el análisis, todas ellas favorables al Barça -la supremacía de Xavi en el medio campo, la incapacidad del Madrid para mover el balón con criterio, la firmeza de los azulgrana sobre la banalidad de su rival, el desaprovechamiento madridista de algunas de las ventajas que le procuraba la persecución de Puyol a Figo-, pero ninguna razón resultó más decisiva que la dejación de responsabilidades de los jugadores de Vicente del Bosque.

Esta clase de partidos sirve para medir la entereza de las estrellas. Para acreditarlas como tales. De Figo se sabía que iba a pasar un mal trago. Se trataba de saber si iba a encontrar ayuda en las filas de su equipo. No la encontró. Todos se borraron. Si cada jugador del Barça estuvo más o menos en su versión, casi nadie en el Madrid ofreció unas prestaciones normales. No sólo no estuvieron a la altura del encuentro, sino que dimitieron sospechosamente. El caso se hizo clamoroso en aquellos que habían recibido más elogios en las últimas semanas. Roberto Carlos confirmó sus dificultades en el Camp Nou, esta vez sin Figo por medio. Y Guti se resignó con tanta rapidez que su cambio estaba cantado. Fueron los primeros en ponerse gustosamente en la piel de Figo.

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