Rivaldo lidera un Barça épico
El brasileño anotó tres tantos en un partido en el que los azulgrana superaron un cúmulo de adversidades ante el Milan
Un acto de fe propio de equipos de otros tiempos y futbolistas de otra raza redimió al Barcelona en San Siro, convertido en una caldera, caliente por fuera y por dentro de tanta cera como repartieron los italianos, igual de guapos y afortunados que de brutos. Los azulgrana jamás le volvieron la cara a un partido en el que todo les fue en contra. Jugaron más y mejor con la pelota en litigio y tuvieron al mejor futbolista. Rivaldo, muy por encima de Shevchenko, firmó tres tantos en cancha italiana. El Milan empató porque trampeó mejor la contienda, los tiempos muertos, las zonas blandas, las cosas que rodean a cualquier encuentro. Más que admirar, se hizo odiar.El marcador expresa al fin y al cabo el espíritu copero que tuvo el partido, volcánico, con un halo épico, de poco juego y, sin embargo, muy efectivo por los muchos goles que hubo. Rivaldo lideró a un Barcelona que se negó a aceptar la fatalidad, más rebelde que nunca, y que afrontó como merecía el envite, pues en juego estaba su supervivencia en Europa, pendiente ahora de los últimos choques en Leeds y contra el Besitkas.
MILAN 3 BARCELONA 3
AC Milan: Abbiati; Roque Junior, Costacurta, Maldini; Gattuso, Albertini, Ambrosini, Coco; Schevchenko, Bierhoff y José Mari (Boban, m. 68).Barcelona: Dutruel; Puyol, Abelardo, Petit (Reiziger, m. 25); Xavi, Cocu (Frank de Boer, m. 46); Simão, Luis Enrique, Sergi; Alfonso (Dani, m. 61) y Rivaldo. Goles: 0-1. M. 18. Rivaldo, de falta directa. 1-1. M. 25. Albertini engancha un disparo desde 28 metros que sorprende a Dutruel. 2-1. M. 38. Albertini, en el lanzamiento de una falta y desde unos 18 metros, envía un derechazo que supera a Dutruel. 2-2. M. 43. Rivaldo convierte una falta desde fuera del área enviando el cuero por encima de la barrera y junto a la escuadra. 3-2. M. 44. José Mari aprovecha un rechace de Dutruel tras un tiro de Bierhoff. 3-3. M. 67. Centro pasado de Sergi desde la izquierda que Rivaldo remata de cabeza. Árbitro: Hugh Dallas (Escocia). Mostró tarjeta amarilla a Albertini, Maldini, Rivaldo, Costacurta, Abelardo y Luis Enrique. San Siro. Lleno: unos 79.000 espectadores.
Animado por la goleada de Anoeta, el Barça procuró no tocar nada pese a enfrentarse al Milan en San Siro, así que el entrenador dispuso la misma alineación, un equipo sobre todo coyuntural, nacido en una noche de gloria más que salido de un plan de trabajo. Respetable, en cualquier caso, y digno de continuidad. A Zaccheroni pareció gustarle tanto la propuesta azulgrana que aligeró la línea de medios para reforzar la delantera y disponer el tridente, como llaman en Italia a los tres puntas.
Mirado con preocupación, el nudo del partido estaba en una pugna que pintaba desigual: Shevchenko, Bierhoff y José Mari contra Puyol, Abelardo y Petit. Visto con optimismo, sin embargo, la declaración italiana favorecía el juego de transición azulgrana, el fútbol interlineado de futbolistas como Luis Enrique, muy elástico y directo; Cocu, que igual cerraba que salía, ubicado como un falso libre por delante de la zaga, y Alfonso, muy dúctil, ofreciéndose en cada jugada.
El buen posicionamiento permitió al Barça reducir el efecto intimidador de la alineación de Zaccheroni y la contienda se equilibró. Había partido en San Siro. Malas noticias para el Milan, que fue retrocediendo hasta que acabó en su cancha, con Roque Junior convertido en bufón. Pifia va, pifia viene, y entremedio Rivaldo que planta la pelota en un golpe franco y la cuela junto al poste izquierdo de Abbiati después de tocar las suelas de la barrera rossonera.
Un gol a favor, la pelota suya y el contrario deambulando como un sonámbulo, buscando las líneas del campo. Un encuentro que ni pintado para el Barça, que fue metiéndose en el choque, creciéndose, gustándose. Fútbol, no había mucho, y ocasiones, menos, pero del Milan no había ni rastro. Hasta que en una pelota dividida y disputada por José Mari, Petit y Cocu fueron al rechace y se golpearon con la cabeza. Un crac tan doloroso para los futbolistas como para el equipo, que quedó a la intemperie, entre si salgo yo, o me voy, o me sustituyen, o no puedo: terreno abonado para un equipo estraperlista italianocomo es el Milan. A Albertini le dio por pegar a la pelota desde la línea de tres cuartos y entre Xavi, Dutruel y cuantos no salieron al paso se la tragaron.
El empate cambió el tono del partido. Quedó el Barça aturdido y el Milan se dio un respiro. Ya no hubo entrejuego, sino un cuerpo a cuerpo, un fútbol directo entre francotiradores más que entre jugadores. Marcó Albertini de libre directo y replicó Rivaldo con otra falta que doblegó a Abbiati. Del intercambio salió mal parado el Barça, que concedió un tercer tanto justo antes del descanso, momento en que le faltó atención para tapar el centro y evitar el rechace que cazó José Mari.
El Barcelona no pareció encontrar alivio en el camerino. Desesperado por el saldo del primer acto, en el que los cinco goles se habían repartido de mala manera, estuvo un rato desorientado en la reanudación, hasta que Frank de Boer desplegó al grupo desde atrás, sobrepasado como parecía Xavi por la liturgia del encuentro. El libre abrió a las bandas y los defensas rossoneros metieron la pierna en cada internada, ora de Simão, ora de Luis Enrique, Sergi o Rivaldo.
Las faltas se sucedieron con tanta reiteración que la rabia llevó al Barça hasta el empate en el enésimo golpe de riñón de Sergi por el flanco izquierdo, rematado en el segundo palo por Rivaldo, como si fuera un ariete o la reencarnación de Evaristo, con un cabezazo en plancha. El mejor gol para sellar un partido de los de otra época entre dos equipos antagónicos: la especulación frente a la generosidad, la paciencia contra la ansiedad, el frío ante el calor; Rivaldo desafiando a la maquinaria defensiva italiana. Meterle tres goles al Milan puede no valer la clasificación, pero sirvieron para que el Barça abandonara San Siro como un héroe, lleno de heridas de guerra, pero orgullosamente invicto.
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