_
_
_
_
Reportaje:

El hombre de las medallas

Juan de Dios Román abandona la dirección del equipo español dolido por el trato que le ha dado la federación

Todo concluyó con un abrazo de celebración, que resultó ser el de la despedida. Jugadores y seleccionador de balonmano parecían muy unidos en el centro del pabellón olímpico de Sydney cuando la selección española cuadró su victoria sobre Yugoslavia y, por tanto, se adjudicó la segunda medalla de bronce en unos Juegos Olímpicos. Pero todo sonó a falso cuando unas semanas más tarde, Jesús López Ricondo, presidente de la Federación Española, confirmó que no renovaría a Juan de Dios Román.Román no tenía motivos para sorprenderse. Ricondo ya había anunciado que el ciclo de Juan de Dios había finalizado. "Su contrato acabó cuando ganó la medalla", dijo. Y su principal argumento para no renovarle no era ni es otro que las divergencias entre algunos jugadores y el seleccionador, y su antagonismo personal.

Se cuestiona a Román. Y no es la primera vez. En su primera etapa de seleccionador (1985-1988), convirtió la concentración del equipo español en los JJ OO de Seúl en una especie de cuartel. Lo hizo con honestidad, convencido de que aquello era lo mejor para mantener la concentración del equipo. Pero los resultados (9º) demostraron que no. Y los jugadores acabaron criticándole al entender que las consecuencias fueron inversas a las pretendidas.

Tras aquel mal resultado, Román pasó a la sombra pero se mantuvo vinculado a la federación. Y no regresó a la selección hasta 1995. Con un grupo humano de una calidad técnica poco común, Román logró la primera medalla olímpica en Atlanta, el bronce, y dió un salto cualitativo al balonmano español.

En Atlanta la mayor parte de jugadores estuvieron de acuerdo en que Juan de Dios había cambiado. Sus métodos de trabajo eran distintos, y el trato con los jugadores se había suavizado. Ni siquiera en la pista aparecía tan agresivo como en el pasado, ni pegaba aquellas broncas inhumanas a sus jugadores en el mismo banquillo.

Sin embargo, el idilio duró poco. Un año más tarde, en el Mundial de Japón, se produjo una ruptura traumática. Enric Masip y Mateo Garralda se desmarcaron del seleccionador y anunciaron que no volverían al equipo nacional mientras estuviera Juan de Dios. Los dos barcelonistas perdieron el pulso. Román se mantuvo en el cargo.

La penúltima polémica le llegó al seleccionador en Puente Viesgo, poco antes del viaje a Sydney, cuando López Ricondo destituyó al segundo entrenador, Juanito Hernández, por haber apoyado a su rival en las elecciones. El plante de los jugadores y las presiones del CSD obligaron a Ricondo a rectificar. Pero la afrenta quedó pendiente.

Cuestionado por unos, ensalzado por otros, Juan de Dios no es una persona que pase desapercibida. Tiene una personalidad fuerte, y sabe moverse: tuvo el apoyo de Cortés Elvira en la etapa socialista, y mantuvo una excelente relación con la Casa Real, mientras Iñaki Urdangarín estuvo en la selección. Pero ahora, Juan de Dios afronta la última encrucijada y ya ha salido como perdedor. "No es un problema de los jugadores", asegura el técnico. "No es cierto que ellos me cuestionen. La respuesta y las muestras de apoyo de la mayoría me lo está demostrando". Y explica que su adiós es el producto de un complot contra el que no puede luchar.

Puede que con otro entrenador España hubiera ganado más y mejores medallas, o puede que no. Los hechos acreditan que Juan de Dios ha colaborado en la consecución de las cinco medallas del balonmano español: bronce en los JJ OO de Atlanta (1996) y Sydney (2000) y en el Europeo de Croacia (2000), y plata en los europeos de España (1996) e Italia (1998). Sin embargo, a los 58 años, acaba de descubrir que todo su historial (Atlético de Madrid, director técnico de la federación y seleccionador) y las medallas no le bastan para salir de la selección por la puerta grande. "Me han faltado al respeto", asegura. "No pido que me den las gracias, pero sí al menos que me comunicaran mi adiós si ya lo tenían decidido".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_