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De país en país

Carmen Morán Breña

Los argentinos dicen "el sartén" para referirse a ese objeto de cocina en el que se fríen los huevos. Eso se aprende en el Festival de las Naciones, la feria de artesanía, espectáculos y gastronomía internacionales que han instalado en Sevilla hasta el 5 de noviembre. Este argentino tiene un puesto en el Prado de San Sebastián para vender los sartenes que cocinan sin grasa, que no se pegan, que sirven de horno, que hacen caramelo líquido y que se limpian en un pis pas. Y allí se pasa la mañana, haciendo demostraciones culinarias cuyo fruto va depositando en la mesa de su caseta. Al visitante le reciben unos huevos fritos y una torreta de caramelo líquido, dulce testimonio de las maravillas del sartén.Se aprende en esta feria intercultural. Ya se sabe, no hay nada como viajar. El alcalde de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín, estuvo ayer en Perú, en Bélgica, en Italia, en la India. Y sin poner un pie en el Concorde. Paseaba por el Festival de las Naciones, donde se conoce gente de toda clase y condición. En el puesto de Ecuador muestra sus ropas andinas Enrique Pulupa, negociante otavalo, una etnia que: "Se ha dedicado al comercio mucho antes de que llegaran los españoles; son como acá los gitanos". Pulupa es socio de una cooperativa de ropas y artesanía de su pueblo y va de ciudad en ciudad donde le lleva el Festival de las Naciones. Le acompaña su hija, una chica de 23 años con rasgos andinos como el padre. Jaqueline conoce varios países gracias al puesto de venta y entiende más de dos idiomas. "Viajar nos sirve para conocer la cultura de los demás".

La muchacha comienza este año su carrera en Ecuador. Quiere ser enfermera y cuando acabe los estudios ya sabe que le tocará hacer "un año de rural", que en La Paz equivale a unas prácticas en los pueblos para colaborar con las precarias condiciones sanitarias. "Allí hay pobreza y así se puede ayudar". En este puesto del ecuatoriano Pulupa retozan tres nietecillos otavalos ajenos al ir y venir sabatino de los sevillanos.

El alcalde de la ciudad propone a su acompañante dar otra vuelta por el recinto ferial. Relajado y dominguero, sin corbata ni prisas, siguen caminando.

Sharad tiene 18 años y un inconfundible aspecto de indio que esconde una cultura amasada entre Barcelona y Jaipur. Sus estudios son españoles y habla a la perfección los dos idiomas. También quiere hacer una carrera. Dice que en la India "hay más libertad que en España, más cosas para ver: templos, y eso".

Hombre, para ver, ver, el Festival de las Naciones: dos mozas atienden, por ejemplo, en la caseta de la grafología, donde uno firma en un papel y en 30 segundos le detallan su personalidad. El papelito rubricado se introduce en una máquina diabólica, negra, con luces rojas y verdes que se encienden y se apagan y con unas agujas enloquecidas que no se sabe si es que han perdido el norte o están celebrando haber dado con él. Como esas de las radios antiguas o de cualquier otra cosa antigua.

El instrumental escupe rápidamente la personalidad del asombrado: codicioso y comodón, pero sentimental y pasivo; taciturno y cerrado pero de buena mentalidad y confianza en sí mismo. Después, la tarjeta con el diagnóstico avisa en letra pequeña: 'No garantizamos que los resultados sean científicos. El análisis sólo sirve para su diversión'.

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Como el Festival de las Naciones. Variado pero incompleto; sin pretensiones pero entretenido; con conciertos pero sin mogollones; con tiendas pero sin prisas. Divertido.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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