Otro punto sin brillo
España deja una pobre impresión en Viena frente al rival al que marcó nueve goles el año pasado
Al tiempo que España se acerca cada vez más al Mundial asiático, el equipo se aleja más de aquellos inicios de la era Camacho en los que primaba el buen fútbol. De aquel equipo ilusionante se ha pasado a un grupo despistado y resquebrajado que mastica ordenadamente los resultados ante rivales de escaso rango que le angustian más de lo debido. Así le ocurrió en Austria, donde enganchó un punto con un fútbol sin barniz alguno, tosco por momentos y con demasiadas lagunas. Un empate que le permitió disfrazar otra noche grisácea.Como se preveía los austriacos trenzaron un partido arisco, muy áspero. España aceptó el cuerpo a cuerpo sin arrugarse, pero el arcaico fútbol local le enredó más de la cuenta. Porque la selección de Camacho vive horas de tinieblas. El equipo español ha perdido la frescura que exhibió hace apenas un año y aún no ha cicatrizado su desangelado tránsito por la Eurocopa. Aturdido aún, afronta los partidos con demasiadas dudas, con su autoestima considerablemente rebajada. Ha perdido ángel y hoy día le puede la zozobra.
AUSTRIA 1 ESPAÑA 1
Austria: Wohlfahrt; Hatz, Baur, Hiden; Cerny, Stranzl (Hortnagl, m. 44), Flogel, Kuhbauer (Schopp, m. 75), Herzog; Mayrleb y Kocijan (Kirchler, m. 53).España: Casillas, Manuel Pablo, Hierro, Abelardo, Sergi; Mendieta, Hleguera, Baraja, Víctor (Rufete, m. 46); Raúl (Guerrero, m. 87) y Urzaiz (Catanha, m. 59). Goles: 1-0. M.20. Córner que saca Herzog desde el lado derecho, Baur se desmarca en el primer palo, nadie le sigue, Casillas se queda parado junto a Manuel Pablo, que cubría el poste, y el toque suave del jugador austriaco se va dentro. 1-1. M. 26. Mendieta saca un córner desde la derecha, Baraja aparece en el primer aplo y cabecea el balón con habilidad. Árbitro: Valentin Ivanov (Rusia). Mostró tarjetas amarillas a Flogel, Cerny, Mayrleb, Baraja y Manuel Pablo. Cerca de 50.000 espectadores llenaron las gradas del Estadio Ernst Happel de Viena, en el tercer partido del grupo siete de clasificación para el Mundial 2002.
Frente a Austria, un enemigo de un corte similar a Bosnia e Israel, España tuvo muchas dificultades para tutelar el juego. Quedó sometida al guión austriaco: un fútbol de mucho contacto, dinámico y embarullado sin apego ninguno por la transición. Con dificultades para tomar el mando, España no pudo restar adrenalina a la cita. Se contagió de la rudeza local. Atascado en los pasillos, especialmente en el izquierdo, el equipo se quedó sin salida. Helguera, estrangulado por el motín organizado por los austriacos en su zona, bastante tuvo con barrer defensivamente la parcela. El madridista nunca fue un faro para los compañeros y sólo la multiplicación de Baraja, de largo el mejor de la noche, desahogó el juego español. El ex atlético dejó algunas briznas interesantísimas, sobre todo por su capacidad para asaltar el área rival. Ya fuera a balón parado, como en el gol, como en jugada, caso de su doble remate de cabeza en la segunda parte, el primero desviado por Wohlfahrt y el segundo escupido por el larguero.
Partida por el eje, la selección se vio abocada a dirimir un encuentro fatigoso, de ida y vuelta y sin mando en plaza. Una ruleta que le hizo pasar algunos tramos angustiosos, en los que Hierro y Abelardo impusieron toda su autoridad. Los dos centrales sostuvieron al equipo en los momentos más depresivos. A partir de su solvencia, al conjunto de Camacho el choque le resultó más digestivo.
En la segunda mitad, Hierro -extraordinariamente recuperado- tiró la defensa unos metros hacia delante y España mejoró levemente su tono. Los austriacos tuvieron que achicar más arrinconados y se encontraron con un océano para llegar a Casillas. Toda su fogosidad resultó hecha añicos a partir del único fallo de Hierro en toda la jornada. Un error de cálculo en el acoso a Mayrleb permitió a éste mirar cara a cara a Casillas, que le arañó la pelota con el pie.
Desde ese momento, Austria decidió bajar el telón, gozosa con el empate, como delataba el griterío de su hinchada, aliviada por un resultado soberbio en comparación con los dos últimos bailes con los españoles.
España pegó entonces un acelerón y, sin brillantez, pero con buena dosis de voluntarismo, empinó la noche de su lado. La fragilidad de Raúl, físicamente muy mermado, le restó posibilidades; al igual que el fallido experimento de Rufete por la izquierda, que hizo muy previsible la ofensiva española, volcada descaradamente al lado derecho. Aún así, Catanha y el propio Raúl estuvieron a punto de retorcer el resultado a su favor. Y, en estos tiempos, el marcador es agua bendita para los españoles. Un salvavidas a la espera de una contrarreforma que devuelva al equipo a los orígenes de la era Camacho. Con la clasificación enfilada, ese debe ser el objetivo primordial. Para rescatar la autoestima nada mejor que el buen gusto y la brillantez.
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