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NECROLÓGICAS

Donald Dewar, jefe del primer Gobierno autónomo de Escocia

Isabel Ferrer

Donald Dewar, jefe del primer Gobierno autónomo de Escocia en los últimos 300 años, pasará a la historia política del Reino Unido por algo más que su significativo cargo. Era un hombre honrado y leal que presumía de tener adversarios pero no enemigos. La muerte le sorprendió ayer, a los 63 años, en el hospital Western General de Edimbugo, donde había ingresado el martes pasado tras una caída. El parte médico atribuía el óbito a un derrame cerebral acentuado por los anticoagulantes que tomaba desde que, en mayo pasado, le fuera reparada una válvula defectuosa del corazón. Sujeto a un respirador artificial y en coma, sus hijos Ian y Marion autorizaron a los médicos para que le dejaran expirar en paz. Su esposa, Alison McNair, le dejó en 1973 para casarse con lord Irvine, actual presidente de la Cámara de los Lores.De aspecto quebradizo, Dewar era sin embargo un agudo orador que se crecía en los debates del recién recuperado Parlamento escocés. Nacido en Glasgow, hijo de médico, y abogado de formación, aprovechaba su agilidad verbal para contestar a sus interlocutores con prontitud e ingenio. Con todo, sus primeros meses en la presidencia del Gobierno autónomo de coalición entre laboristas y liberal-demócratas resultaron muy movidos; turbulentos incluso.

Creado en 1999, el cargo de primer ministro de Escocia, como se le denomina oficialmente en el Reino Unido, parecía estar hecho a su medida. Dewar era el ministro laborista para la región cuando Tony Blair le dejó libre para que se presentara a las elecciones locales. Una vez en el cargo, su nueva administración fue criticada con dureza por no haber sabido poner coto presupuestario y una fecha límite al proyecto del nuevo edificio del Parlamento de Holyrood.

Mientras convalecía de la operación de corazón, estalló la polémica de la cláusula 29, una disposición administrativa que prohíbe promover la homosexualidad en las escuelas. También durante su ausencia estuvo a punto de romperse la coalición por culpa de la introducción de tasas universitarias obligatorias. Cuando hasta sus colegas más próximos creyeron que seguía delicado, regresó eufórico a su despacho en verano, más delgado que nunca.

La reina Isabel II encabezó ayer la lista de pésames recordando lo mucho que él amaba a Escocia. Un sentimiento que le había valido el único apelativo que le daba vergüenza oír: "padre de la patria".-

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