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AESA, al desguace

El primer dique de Cádiz

En aras de la viabilidad, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), heredera del INI y último padre estatal de Astilleros Españoles (AESA), ha enviado estas siglas al desguace, el lugar destinado para los barcos que ya no navegan. El 1 de octubre se recibió una comunicación interna en los 12 centros de producción del grupo en la que se ordena que, a partir de esa fecha, todos los pedidos, facturas, presupuestos y comunicaciones se efectúen bajo el nombre de Bazán civil y militar.Aunque la estructura central administrativa no ha mudado aún de nombre, los centros productivos han sido transferidos a Bazán y AESA ya no existe. Al menos, oficialmente. "Va a ser difícil que dejemos de llamarlo astilleros y más en una ciudad en la que aún se utiliza la plaza de toros como referencia para orientar a la gente, aunque el coso se derribó hace más de 30 años". Quien esto dice es Jesús Gargallo, presidente del comité de empresa de Astilleros de Cádiz o Bazán civil y militar, factoría Cádiz, la denominación que le ha correspondido en suerte al centro gaditano, al igual que los de Puerto Real y Sevilla añaden su localización a la denominación general.

La otra factoría andaluza, Bazán de San Fernando, suma sólo el apellido civil a su ya histórica andadura en la construcción militar. Aunque todo esto está por definir. Una vez resuelto quién ocupará la presidencia del nuevo grupo, se espera el corrimiento de cargos y la toma de decisiones aún aplazadas: la presentación del plan industrial que defina la actividad que desarrollará cada centro. El documento debía haber sido presentado a los sindicatos el pasado 15 de septiembre.

Gargallo, oficial naval y licenciado en Historia, hizo su tesis académica sobre la historia del astillero de Cádiz. Fue en 1891 cuando la sociedad Vea Murguía Hermanos pone en pie el primer dique en Cádiz. Desde entonces las vicisitudes han sido muchas, felices y penosas. Noriega y Cía (1903-1917), Echevarrieta y Larrinaga (1917-1951), y nacionalizado tras la explosión del depósito de minas en 1947 pasa a llamarse Astilleros de Cádiz, SA.Hubo un tiempo en que el obispo llegó a ser director de la factoría, que por entonces construía, al igual que Puerto Real, enormes petroleros y regalaba un pollo a cada operario el día de la botadura. "La sociedad gaditana siempre ha estado ligada a la actividad de su astillero, que, cuando tenía hasta 5.000 trabajadores, era el principal motor del resto de sectores", dice Gargallo.

Hoy tiene sólo 400 empleados en plantilla. En 1977, la empresa cierra su segundo ejercicio con pérdidas. Desde entonces las reconversiones de personal y los vaivenes empresariales no han cesado. En 1969 se transformó en la marca que hoy desaparece: Astilleros Españoles, SA. (AESA), aunque hace sólo tres años, las factorías se segregaron de la compañía y adoptaron la entidad jurídica de sociedades de riesgo limitado, una fórmula bajo la cual los trabajadores vieron el fantasma encubierto de la privatización.

Tanto la SEPI, que dispone a partir de ahora de 11.173 empleados y 12 factorías que facturan 225.000 millones de pesetas, como los trabajadores, confían en que la complementariedad tecnológica y la capacidad especializada de los astilleros civiles y militares confluyan y les permita salir a flote. El objetivo es alcanzar el décimo puesto en el mercado mundial, liderado hoy por los astilleros coreanos. Otro objetivo inconfesado públicamente lo resume en privado un directivo de la empresa: "Hay que dejar de hacer el tonto, porque todos los grandes astilleros del mundo funcionan, de hecho, cruzando sus actividades civiles y militares, aunque en muchos casos no lo declaren y le carguen las pérdidas civiles al presupuesto militar".

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