La lluvia encoge al Madrid
En un césped encharcado, los de Del Bosque no aprovechan la inferioridad numérica del Racing
Lo que distanciaba el talonario lo igualó la meteorología. La insistente lluvia convirtió El Sardinero en un arrozal, redujo el fútbol a la mínima expresión y, con él, la aplastante jerarquía del Madrid sobre el Racing. Sin embargo, lo que le robó la lluvia al Madrid acabó dándoselo el exceso de vehemencia de un ruso, Bestchastnykh, quien se fue expulsado por una agarrada con el árbitro en el minuto final de la primera parte. Aunque la diferencia de clases se restableció tras el descanso, para entonces el Madrid ya se había encogido por la lluvia. Apretó sólo unos minutos y, en vista de que no obtuvo recompensa, claudicó ante la tentación de la desidia.El Madrid tardó media hora en entender que aquello no era un partido de fútbol corriente. Al principio, no se trató de una cuestión de desidia ni de remilgos a mancharse las manos en una refriega tan poco pulcra como exigía el estado del césped. El Madrid no rehuyó la pelea impuesta por los charcos, más física que futbolística, y eso que el gran éxito del miércoles en Alemania, ante el Leverkusen, le curaba de antemano contra los efectos de cualquier posible desliz en Santander.
RACING 0- REAL MADRID 0
Racing de Santander: Ceballos; Pineda, Mellberg, Nafti, Sietes; Espina (Colsa m. 70), Jaime; Manjarín, Bestchastnykh, Amavisca (Tais m. 80); y Rushfeldt (Morán m. 53).Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Hierro, Karanka, Roberto Carlos; Flavio (Makelele m. 46), Helguera (Tote m. 68); Figo, Guti, Munitis; y Raúl. Árbitro: Iturralde González, pertenciente al colegio vizcaíno. Expulsó al jugador ruso del equipo santanderino Bestchastnykh en el minuto 45, inmediatamente después de que viese la tarjeta amarilla. Enseñó, además, cartulina amarilla al portugués del Real Madrid Figo. Unos 15.000 espectadores en los campos de Sport del Sardinero, en una noche muy lluviosa.
Pero el cuadro de Del Bosque no acabó de hacerse a la idea de que aquello era otra cosa distinta a lo que estaba acostumbrado. Que allí no valía conducir la pelota ni tocar en corto. El partido requería un fútbol directo, y al Madrid le costó entenderlo. Algo de responsabilidad tendrían Flavio y Helguera, los encargados de dirigir el juego madridista. De hecho, Del Bosque prescindió del brasileño en el descanso y recurrió a la vitalidad de Makelele.
Para el Racing todo resultó más sencillo, porque el perfil del partido se adaptaba mejor a su hábitat natural y también seguramente a sus plan previo. Aunque no lloviese, probablemente el Racing iba a esperar en el centro del campo y a buscar contragolpes con pases largos hacia delante. En ese caso, el estado del campo no hizo más que facilitarle el plan, y al Racing le fue mucho mejor durante casi toda la primera parte. A las alegrías locales también contribuyó Amavisca, que en el arranque del partido se las hizo pasar moradas a Míchel Salgado. Entre una cosa y otra, el Racing tuvo el gol muy cerca en varias ocasiones, especialmente en un remate de Rushfeldt solo ante Casillas y un cabezazo de espaldas de Bestchatsnykh.
Con Raúl escondido hasta los minutos finales de la primera parte y Figo anulado por el estado del césped, el ataque del Madrid vivió de la inventiva de Guti. Incluso en un terreno impracticable, el ingenio para adivinar el mejor sentido de cada jugada puede decantar el signo de un partido. Guti no recibió mucho juego, pero encontró como nadie los espacios libres a la espalda de la defensa local. Al borde del descanso, una apertura suya a Raúl acabó en un centro a Munitis quien, a tres metros de la portería, remató por el único sitio que cubría el defensa Nafti. Inmediatamente después, Bestchastnykh perdió los nervios y el escenario cambió radicalmente de cara a la segunda parte.
La nueva situación impulsó al Madrid, que en los primeros minutos tras el descanso agujereó al Racing por todas partes. Guti perdió un mano a mano con el portero, que pudo ser penalti, y el árbitro anuló un gol a Raúl por un más que dudoso fuera de juego. Poco después, otra vez Guti volvió a rematar al palo. Para entonces, ya había dejado de llover y el césped se había secado lo bastante como para dejar cierto resquicio al fútbol.
Pero el Madrid ya parecía vacío tras el esfuerzo de la primera parte y se dejó llevar por la indolencia que no había mostrado hasta entonces. Los de Del Bosque mantuvieron su asedio hasta el final, pero se lo tomaron con tan escasa convicción que el Racing, pese a su inferioridad, pudo mantenerse en pie sin grandes apuros
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