La máquina rusa se impone al arte sueco
A tiro limpio, Rusia se llevó la medalla de oro (28-26) e impidió que Suecia, campeona del mundo y europea, alcanzase el único título que le falta en su palmarés. Los gigantescos artilleros eslavos aprovecharon la ausencia por lesión de su homólogo escandinavo, Olsson, para marcar la diferencia en una final que resultó menos brillante de lo esperado.Nadie echó de menos el viernes a Olsson en la semifinal porque su presencia era innecesaria: España fue un auténtico desastre. Pero, por contra, los rusos se frotaron sus manos de cañones recortados al ver que seguía herido. Una de las dos o tres cosas que separan a Suecia de ser el equipo perfecto es la ausencia de tiradores desde lejos. En consecuencia, si el único que tiene se rompe disminuyen sus posibilidades de atascar la máquina rusa, en cuyo engranaje apenas se notó que ayer faltaba el conductor titular, Ígor Lávrov.
Rusia es una máquina, pero con una gran calidad hasta en el último tornillo. La envergadura de Pogorélov, Kudínov, Jódkov y, muy especialmente, Tuchkin, se completa con una técnica general de doctorado, un portero inmortal -Andréi Lávrov, de 38 años de edad- y un pivote, Torgovánov, que no se limita a recibir balones en posiciones inverosímiles y a meterlos -eso lo hacen todos los buenos-, sino que sale de la barrera para producir bloqueos y dar pases inesperados que rompen el equilibrio de los defensas.
Aunque Rusia mereció el oro, es indudable que a muchos aficionados les produjo cierta tristeza que su potencia bestial se impusiera al arte, el refinamiento y la filigrana de Suecia, cuyo cuarteto de abuelos virtuosos -Olsson, Andersson, Wislander y Thorsson- se va a retirar sin el oro olímpico.
En realidad, importa poco: los cuatro han elevado el balonmano a las más altas cotas de la creatividad y serán recordados siempre como grandes maestros.
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