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Linchamiento

Miquel Alberola

Puede que para el PSPV haya empezado un nuevo tiempo, como ayer mismo evangelizaba en Los desayunos de TVE el secretario de Organización José Blanco para su propio entusiasmo, sin embargo el linchamiento de Ciprià Ciscar el pasado domingo, proyectado y ejecutado por el lermismo campeador, produce una honda inquietud -semiótica, si se quiere- respecto al futuro de esta federación. El propósito de ese chaparrón de intolerancia, tan celebrado por algunos miembros de la ejecutiva en un "congreso de integración", no era simplemente sepultar en el descrédito del abucheo a uno de los activos más solventes del socialismo valenciano y forzar su neutralización total a efectos internos. La estrategia tenía dos patas. Por detrás de la humareda levantada en esta maniobra de distracción, Joan Lerma aprovechaba para salir por la puerta falsa de la historia del socialismo valenciano y bajaba luego por la tramoya aérea hasta el escenario con un escorzo repristinado y renovador. Una operación de imagen que ha dejado obsoleta hasta la cirugía estética, puesto que además ha desviado hacia las espaldas del que fuera su consejero de Educación y Cultura el penoso lastre fecal de su herencia. A pesar de este efecto óptico tan interesado -e interesante, para aquellos que ansían regresar un día a los sillones que calentaron en los felices ochenta-, el que engendró el matonismo orgánico que caracteriza al PSPV no fue otro que quien fuera su secretario general durante dieciocho años. La berrea del domingo, calculada desde dentro y amplificada en el gallinero por un corro de selectos invitados al congreso, entronca con el espíritu de la maraña de clientelismos tejida para evitar desde la estructura de la Administración cualquier atisbo de heterodoxia en la organización. A la vez que anticipa unos entusiasmos púnicos que próximamente se estrenarán en salas comarcales y locales. Concluir tras esta acción que las heridas que han provocado las crisis continuadas del socialismo valenciano han quedado restañadas en este congreso, no deja de ser un análisis chocante.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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