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Antes que nos oigan, vamos a escucharles

Una de las principales paradojas con la que nos topamos en esta crujía del calendario, es la contradicción entre lo conseguido por el ser humano y su repercusión sobre él mismo. A principios de este mes, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, hacía la siguiente reflexión en el Cumbre del Milenio: "En una era en la que hemos descifrado el código de la vida humana y cuando podemos transmitir nuestros conocimientos de un continente a otro en unos pocos segundos, una madre no puede entender por qué su hijo debe morir de malnutrición o por una enfermedad que pudo prevenirse".Sin llegar a tales límites, podemos aplicar esta misma reflexión a la situación en la que se pueden encontrar las personas sordas. Las nuevas tecnologías han permitido dar saltos cualitativos en la extensión de la cultura, o en las oportunidades de acceso al mercado laboral de personas con alguna discapacidad. Sin embargo, muchas de estas oportunidades obedecen todavía a un sobreesfuerzo de la persona con insuficiencia auditiva antes que a una realidad social y, por tanto, colectiva, que facilite su acceso en igualdad de condiciones. Con frecuencia en la legislación y, por qué no decirlo, también en la sociedad se asocia el concepto de accesibilidad al de barreras arquitectónicas. Con lo que una parte (un 10%) podría quedar al margen de las medidas que los gobiernos impulsan para reducir dichas barreras. El Gobierno valenciano tuvo muy en cuenta este desequilibrio histórico y, por ello, ya en la ley de accesibilidad y supresión de barreras arquitectónicas de 1998, introdujo en el mismo título la "comunicación" tanto física como sensorial como uno de los elementos claves para un futuro más solidario y cohesionado de nuestra ciudadanía. Tanto en el preámbulo como en el desarrollo de sus disposiciones se habla de capacidades "tanto físicas como psíquicas o sensoriales". Considero que con ello dimos un primer paso largamente vindicado por las asociaciones de personas sordas.

Con motivo del Día Internacional de las Personas Sordas, hemos de hacer un esfuerzo de reflexión sobre los avances desarrollados desde aquel ya lejano 1501 por Girolamo Cardano y que siguieron durante ese mismo siglo con Pedro Ponce de León para la implantación de una lengua que les permitiese la comunicación. Si gracias a ellos se puso en marcha el sistema para enseñar a los niños y niñas sordos, en las últimas décadas, y especialmente a partir de 1995, se ha convertido en un desafío para nosotros si queremos alcanzar una sociedad más cohesionada e igualitaria.

Nuestro objetivo es arbitrar las medidas necesarias para que nadie pueda vararse en los márgenes de un futuro esperanzador. Si ya la mayoría de las televisiones han introducido en su programación la posibilidad de recibir las emisiones sin barreras para las personas con alguna discapacidad auditiva, ahora son los servicios públicos y privados los que debemos hacer un esfuerzo en el que la Consejería de Bienestar Social se implicará e impulsará tanto como le sea posible. Porque no sólo queremos que las personas sordas, y especialmente los menores, oigan. Antes de que oigan, vamos a escucharles. Vamos a conseguir que prevalezcan sus derechos fundamentales a la integridad física, a la salud y a la libertad.

Quiero desde aquí hacer un llamamiento a la sociedad civil, para que se implique de manera decidida en un proceso de mejora de la calidad de vida de todas las personas. Sabemos que los recursos son los que son, pero también somos conscientes de que la imaginación y las propuestas nacidas desde la reflexión en el seno de una asociación o en el recóndito escondrijo del ciudadano preocupado por los aspectos sociales, muchas veces necesitan un cauce para su desarrollo. Quiero animar a todos a hacernos partícipes de las propuestas que redunden en un acopio de capital social, que será lo que nos convertirá en una sociedad rica y capaz de enfrentarse a los desafíos cada vez más cercanos. Por ello, quiero abrir las puertas a todas las asociaciones que trabajan por las personas sordas. La Consejería de Bienestar Social continúa trabajando por la emancipación e igualdad de oportunidades para conseguir que las personas con discapacidad auditiva abandonen los márgenes y se conviertan en ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho.

Rafael Blasco es consejero de Bienestar Social.

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