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Entrevista:JOSÉ MARÍA MENA - FISCAL JEFE DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE CATALUÑA

"La justicia debería concebirse como un servicio público y no como un poder con mayúscula"

José María Mena Álvarez (Villarcayo, Burgos, 1936) es desde hace cuatro años fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. De militancia comunista preconstitucional e inequívoco talante progresista, siempre ha intentado llevar a la práctica las ideas en las que cree. Tampoco ha dejado nunca de censurar el deficiente funcionamiento de la justicia e incluso algunas decisiones de sus compañeros, como cuando afirmó que le parecía "vomitivo" el informe del fiscal de la Audiencia Nacional Eduardo Fungairiño a propósito del caso Pinochet.Pregunta. En una carrera judicial y fiscal que es conservadora por definición, ¿no ha tenido la sensación de ir contra la corriente, dado su talante progresista?

Respuesta. Las cuestiones de progreso están siempre a favor de la corriente. Pueden ser incómodas, tropezar con obstáculos, pero lo que va contra la corriente son las posiciones de reacción. Hay que reconocer que sociológicamente estos cuerpos nuestros son de carácter conservador. Y el país vota mayoritariamente al Partido Popular. Eso es lo que hay.

P. ¿Y qué sensación le produce?

R. En el mundo de la justicia, trabajar por la eficacia es revolucionario, no ya progresista. A la persona que tiene que acudir a la justicia por necesidad hay que prestarle un servicio eficaz, y yo dudo que lo prestemos hoy, no ya en el ámbito penal, sino en el de lo contencioso, de la familia, de lo civil, etcétera.

P. ¿Y qué hay que cambiar para que la justicia sea eficaz?

R. Muchas cosas. Por un lado, nuestro talante personal. La concepción de la justicia más como un servicio público que como un poder con mayúscula, sin perjuicio de que es un poder del Estado. Pero también es un poder el ejecutivo y los gobernantes están al servicio de la sociedad, y todo el mundo se lo recuerda todos los días. Quienes ejercen el poder judicial, que no somos los fiscales, deberían hacerlo con más humildad. En segundo lugar, abandonar el principio latino que dice: "Que se haga el derecho y que se hunda el mundo". A la opinión pública la conmueven algunas decisiones de los tribunales que son coherentes con nuestra dinámica de juristas, pero no con lo que pide la sociedad. Que se haga una interpretación de las leyes en función de lo que necesita la sociedad es una exigencia y sería para nosotros una cura de humildad importante. Y en tercer lugar, hay que cambiar las oficinas judiciales, que siguen siendo las de siempre, y eso es un reino de taifas. Cada una es un poder en sí misma, aunque también pasa en las fiscalías.

P. Que sea el Gobierno el que nombre al fiscal general tampoco ayuda a superar esa desconfianza de la ciudadanía.

R. En todos los países la vinculación del fiscal general con el poder ejecutivo es bastante parecida. Yo comprendo que el ciudadano tenga una razonable desconfianza por pensar que hay alguna vinculación respecto al poder ejecutivo, pero a mí también me ha nombrado el Gobierno. Y sin embargo, no creo que haya ciudadanos que piensen que yo dependo del Gobierno en ese sentido peyorativo. Otra cosa es quién me paga, obviamente. Y en el caso del fiscal general, su nombramiento puede dar lugar a desconfianzas en la calle, con independencia del buen hacer y la imparcialidad que pueda tener. Por eso, lo que sí tengo claro es que, con la desconfianza que genera el ministerio fiscal, hoy es un poco arriesgado pensar en darle la instrucción de las causas penales. Porque para eso se espera objetividad, imparcialidad e independencia, y eso díficilmente se puede ofrecer a la ciudadanía en los términos actuales.

P. Algunas actuaciones del fiscal general de los últimos meses, como el apartamiento del fiscal del caso Ercros y las posturas defendidas en la Audiencia Nacional en el caso Pinochet, refuerzan esa creencia de que la fiscalía tiende a ser complaciente con el Gobierno.

R. Yo prefiero no hablar de decisiones concretas, en primer lugar porque el fiscal general es mi jefe. Pero en segundo lugar, porque nadie está exento de que otros opinen que se ha equivocado en cosas concretas. En cuanto al planteamiento abstracto que me hace de que es conveniente no dar la impresión de dependencia del poder ejecutivo, he de afirmar rotundamente que debería ser así. Debemos tener exquisito cuidado de no dar la sensación de que dependemos de nadie; tampoco del poder ejecutivo ni de fuerzas sociales relevantes o instituciones religiosas de máxima tradición e influencia en España, para no citar a ninguna por lo de la igualdad de culto. Tenemos que procurar siempre aparecer como la mujer del César: no solamente ser imparciales, sino además parecerlo.

P. El PSOE tuvo unos meses para nombrarle fiscal jefe de Cataluña, pero fue el PP el que lo hizo.

R. Tengo un afecto personal a Juan Alberto Belloch que no he de desbaratar por esta anécdota. Si él no me nombró en los meses en que pudo nombrarme, será por alguna razón, y no he tenido ocasión de conocerla. No se me caen los anillos por haber sido nombrado por un Gobierno del PP. Es más, creo que nuestra condición de demócratas y de progresistas, en el caso de que deseemos tenerla, no es una etiqueta que se lleve puesta. Cada mañana tenemos que comprometernos con nosotros mismos a ejercerla. Nadie puede ir por ahí viviendo de rentas de lo que hizo hace 20 años.

P. Si se remonta tan atrás, es inevitable hablar del caso Banca Catalana, pese a que le molesta hablar de eso. Visto con la perspectiva de los años, ¿qué recuerdo le queda de aquello?

R. Es que no pienso hablar de ese tema. Siempre actué con arreglo a la ley y en ningún caso, presente ni futuro, mi actitud como profesional del Derecho tendrá el más mínimo matiz distinto del mandato legal.

P. Hace años, la fiscalía de Cataluña no daba abasto en perseguir la llamada delincuencia de cuello blanco. Basta recordar el caso Planasdemunt, el De la Rosa, el Bertrán de Queralt. De un tiempo a esta parte, parece que la fiscalía ha reculado. ¿Es una impresión errónea o es que hay menos corrupción?

R. Esa pregunta la traduzco a la abstracción para no hablar de casos concretos. No creo que haya habido momentos de mayor o menor honestidad en el comportamiento de los ciudadanos. En un momento determinado quizá habría unas cuantas personas, y en los casos que usted ha señalado, que yo no he dicho, hay algunos hilos conductores en que aparecen protagonistas de todos ellos. Y si en algunos no son protagonistas, eran amigos o había un puente común. Es posible que haya habido un momento determinado de triunfo del becerro de oro que dio lugar a una cierta desvergüenza en el comportamiento de la alta delincuencia económica. Lo que sí es posible es que esa osadía haya amainado con la intervención de la justicia penal, pero el que crea que esto significa que los mismos u otros no están deseando hacer lo mismo o más está confundido. Por eso las espadas del derecho penal tienen que estar en alto y hemos de estar preparados para lo que ocurra.

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