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El retraso de la maternidad provoca que cada vez nazcan menos varones en España

La menor actividad sexual después de los treinta años favorece la concepción de niñas

Los demógrafos de todo el mundo han observado con perplejidad que la proporción de hijos varones viene cayendo desde hace veinte años en los países industrializados. A falta de una explicación consistente, se han impuesto las hipótesis más catastrofistas para explicar este fenómeno, como los supuestos efectos devastadores que la contaminación y la tecnología de los alimentos podrían tener sobre la reproducción humana. Pero unos investigadores españoles han hallado una explicación mucho más simple: el retraso en la maternidad dificulta la concepción de varones.

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Machos en apuros

¿Relación causal?

La reducción de los nacimientos de varones no alcanza aún proporciones preocupantes (tampoco está claro qué proporción podría ser preocupante en un asunto como éste). En 1981, de cada 1.000 recién nacidos en España, 522 eran niños y 478 eran niñas. La proporción ha caído continuamente desde entonces hasta llegar a 515 niños y 485 niñas en 1999. No se trata de una reducción drástica, pero sí sostenida y estadísticamente significativa. En los demás países occidentales se ha dado una tendencia muy similar. No así en el Tercer Mundo.Cuando un fenómeno biológico ocurre sólo en los países industrializados, es frecuente que se intente adjudicar su origen a la alteración artificial del medio ambiente o a los aditivos alimentarios, y así ha venido ocurriendo con este caso desde los años ochenta. Diversos grupos de investigación europeos y estadounidenses han achacado -sin pruebas concluyentes- la persistente reducción de hijos varones a la exposición a los pesticidas, a las dioxinas, a las hormonas artificiales y a otros aditivos y contaminantes.

Alfonso Gutiérrez-Adán y sus colaboradores del Instituto Nacional de Investigación Agraria y Alimentaria (Inia) han encontrado una explicación mucho más simple y consistente. La proporción de hijos varones en España aumentó de forma sostenida desde 1945 hasta 1980, y sólo empezó a declinar a partir de 1981. Esa curva de subida y bajada muestra una marcadísima correlación inversa (véase gráfico) con la edad media a la que los españoles han contraído matrimonio en el último medio siglo: cada vez más jóvenes entre 1945 y 1980, y cada vez más maduros desde 1981 hasta el presente. ¿Será que las mujeres más jóvenes tienden a tener niños y las más maduras tienden a tener niñas?

Así es, según los análisis de Gutiérrez-Adán. Sea cual sea la época que uno tome como referencia, la proporción de hijos varones manifiesta una magnífica correlación inversa con la edad de la madre. Por ejemplo, para el intervalo 1975-1997, las chicas de 15 a 19 años tuvieron 518 niños por cada 482 niñas. Pero las mujeres entre 45 y 50 años tuvieron sólo 510 niños por cada 490 niñas.

Suele decirse que hay verdades, medias verdades y correlaciones estadísticas. Por más espectacular que resulte la correlación hallada por los científicos del Inia, ¿puede inferirse de ella una relación causal directa entre la edad de la madre y la proporción de hijos varones? "No", admite Gutiérrez-Adán. "Estrictamente, la estadística nunca puede establecer una relación de causa a efecto. Pero los datos muestran con claridad que las reducciones observadas en la proporción de varones pueden explicarse perfectamente por el progresivo retraso de la maternidad y, por lo tanto, no es preciso apelar a factores medioambientales extraños para los que, además, no hay evidencias sólidas".Reflejen relaciones causales o no, las correlaciones estadísticas requieren una explicación, y Gutiérrez-Adán propone dos. La primera tiene que ver, curiosamente, con el deseo sexual. W. H. James demostró en 1971 que un óvulo fecundado en fases tempranas del ciclo menstrual tiene más probabilidades de engendrar un macho, mientras que si es fecundado en el mismo momento de la ovulación, la hembra es más probable.

Las parejas jóvenes suelen practicar el coito muy a menudo (si se las compara con las maduras, al menos) y, por lo tanto, es mucho más probable que obtengan una fecundación en la fase temprana del ciclo (también la obtendrían en la fase tardía, pero para entonces el útero ya está ocupado por el primer embrión). El resultado es a menudo un embrión macho.

La caída de la frecuencia sexual con la edad implica una mayor probabilidad de que la fecundación ocurra en el momento de la ovulación o después, particularmente si se tiene en cuenta que, a partir de los treinta años -según explica Gutiérrez-Adán-, el principal factor de riesgo para que acontezca un coito ya no es el deseo masculino, sino el femenino, y éste tiende a darse en la ovulación.

La segunda explicación tiene una relación más directa con la edad. El cromosoma X va acumulando mutaciones con el tiempo. En un embrión hembra (XX), las mutaciones de un cromosoma quedan cubiertas por los genes normales del otro. Pero no ocurre así en un embrión macho (XY). Hay que tener en cuenta que el cromosoma masculino (Y) es prácticamente un residuo genético que sólo contiene algunas órdenes para fabricar los testículos.

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