Poco competitivos
El manual de un equipo competitivo dice que tan importante es sacar provecho de tus momentos álgidos como limitar los efectos de las rachas de los contrarios, que de todo hay a lo largo de 40 minutos. Pero, en estos Juegos, España no ha hecho ni lo uno ni lo otro. Durante toda la primera parte de ayer, frente a Australia, tuvo el suficiente acierto, sobre todo desde la línea de los tres puntos, como para haber abierto brecha. No fue así. En cambio, cuando el incombustible Gaze y el base Heal entraron en calor, la diferencia en el marcador se disparó hasta decidir el resultado con casi ocho minutos de antelación sin que nada ni nadie pudiese frenar la avalancha.Era una situación ya vista ante Canadá o Yugoslavia. En cuanto el adversario coge la racha, España se desmonta sin remisión, lo que quiere decir que la estructura del conjunto dista mucho de ser sólida. Nadie, ni dentro ni fuera de la cancha, ha sido capaz de parar estas hemorragias que, a la postre, han sido fatales. Faltan demasiadas cosas. Un base con mando y ascendencia sobre sus compañeros, que podría ser en el futuro Raúl López si empieza desde hoy mismo a mandar. Un alero anotador para liberar un poco a Herreros. Un pívot intimidador. Más centímetros. Más kilos. Más decisión. En definitiva, más equipo.
España se despide definitivamente de la élite. Lo peor de su paso por Sydney no ha sido el resultado, ya de por sí claramente deficiente, sino la impresión de estar lejos de formar un cuadro suficientemente competitivo. Todas sus derrotas han sido tan claras y rotundas que ninguna excusa que se pueda buscar -un día aciago, la mala suerte, los arbitrajes nada favorecedores...- es mínimamente justificable. A día de hoy, Rusia, Yugoslavia, Canadá y hasta Australia jugando en su ambiente quedan fuera de nuestro alcance. Esto es lo más difícil de digerir.
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