La rebelión de los delegados
Pues Joan Ignasi Pla finalmente se llevó el oro de la secretaría general del PSPV, con 10 votos por arriba de José Luis Ábalos. Sin duda, ambos eran los favoritos, aunque ayer, después de escuchar las intervenciones de los cinco candidatos, en el Paraninfo y cercanías de la Universidad alicantina, muchos miraban de reojo al segundo. Y no por su discurso bordado en discretos grises y que no apasionó a los asistentes, sino porque, aun quizá sin desearlo, protagonizaba una escena de capa raída y daga florentina. La sombra de Ciprià Ciscar, más que alargada, era un como un contagio, y algunos compromisarios sudaban con cara de póker. Cuando el presidente de la mesa congresual y alcalde de Alzira, Pedro Grande, dijo, a eso de las 12.45, que los delegados podían votar desde la una hasta las 14.30, un observador, con muchas horas de cónclave, me advirtió enigmáticamente: Ahora, sí. Ahora, hasta el baile de San Vito. Y, oigan, que nadie soltaba prenda y si la soltaba había que oírlo. Lo comprendes, ¿no? Muchos de los delegados ya lo han percibido y andan reorientándose. Era tan previsible como procedente. Por pura profilaxis. Así se va soltando todo ese lastre encarroñado de los poderes ocultos y de las manipulaciones que devoran al PSPV.Francesc Baixauli, adscrito al Movimiento por el Cambio, le echó un buen capotazo al nuevo secretario general. Baixauli se montó su turno de palabra, en clave de mitin, y levantó al personal. El mitin, tan denostado por los políticos de mesa y mantel, aún es un producto con tirón, en situaciones límites. Baixauli anunció su retirada de la competición, y recomendó a sus posibles votantes que confiaran en Joan Ignasi Pla. Ignoro si formalizó ante la mesa una retirada que tenía todas las trazas de salida estratégica.
Y mientras se pasaba el tiempo, a la espera del momento de la revelación, nadie acusaba desánimo. Un miembro de la corriente Izquierda Socialista, cerveza en mano, ya veía a Andrés Perelló en la secretaría general. ¿ Lo has escuchado? Por supuesto. Y hasta le recité unas frases de su intervención: "Mi compromiso parte del respeto a quienes, desde fuera de nuestro partido, pueden tener dudas de cuanto aquí estamos haciendo". Perelló también puso en pie a todos los asistentes, pero sólo se llevó 28 votos. Y eso que según los fervientes cálculos de mi interlocutor, todo estaba controlado. Corazón caliente, pero cabeza fría, es una fórmula aceptable para andar por el campus. Por un campus que era casi un acertijo. Porque la lógica militante no se compadece con la lógica matemática.
Los cinco discursos de los cinco candidatos, además de otros posibles méritos y coincidencias, sí ofrecían un elemento común y muy positivo: la total ausencia de descalificaciones y navajazos verbales al resto de los contendientes, que tiene su miga. Y bajo el punt de mira político ya no estaba el compañero, sino el adversario encerrado en un mismo apellido: Zaplana. Hasta el extremo de que un ingenioso congresista afirmó: Nunca tantos dijeron tanto de tan poco.
A la hora de examinar los resultados de la votación para la secretaría general, me falta uno. Pla, 179; Ábalos, 169; Perelló, 28; y Bresó, 19. En total, 395. Si había 396 delegados, ¿ cuál de ellos se abstuvo? ¿ Y por qué? Posiblemente, sólo sea un descuido, una ausencia, que no debe empañar esa ilusión que ayer se estaba generando. Se está generando ilusión, ¿ te percatas? Y miré para todos los lados y vi a Joan Lerma, contento por lo de Pla, y a Ciscar fugazmente, y a Emèrit Bono, y a García Miralles, y a tantos otros. Puede, le contesto. Pero esa ilusión, ahora, debe exportarse, expandirse socialmente. Se trata no sólo de recomponer una federación, un partido, si no de entenderlo como instrumento, como herramienta que sirva a toda la ciudadanía y que se implique decididamente. Y eso puede comenzar hoy mismo, poco antes de clausurarse este IX Congreso del PSPV, con generosidad, a la hora de poner en pie los órganos de dirección. Sólo se le piden peras al peral. Veremos a qué peral.
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