El presidente se despide con un demoledor retrato de la historia reciente del partido
Francisco Granados, cuyo mandato como presidente de la gestora socialista expiró ayer al constituirse la Mesa del Congreso, hizo un severo ejercicio de autocrítica ante los delegados socialistas. Granados se saltó el guión y optó por la sinceridad. El presidente saliente mostró un evidente cansancio pero repasó sin piedad la historia reciente del partido y expresó sin ambages la situación real. Granados denunció las traiciones entre compañeros y los intereses mezquinos e invocó a Pablo Iglesias como referente moral al pedir a los delegados el ejercicio responsable del voto libre, al margen de consignas.
"Permitidme que vulnere el mandato", dijo Granados, "os pido licencia para usar de vosotros una doble merced: que me eximáis del deber de ofreceros una estéril relación de hechos y me permitáis la cota más alta de sinceridad en la expresión de mis sentimientos y convicciones". Granados recordó que en 1997, cuando Joan Romero llegó a la secretaría general del partido por apenas tres votos de diferencia, "se rompieron viejos moldes de liderazgo, dirigismo y acatamiento de consignas, adoptados por nuestro partido durante más de dos décadas".A partir de ahí, los socialistas valencianos se instalaron en el desastre, según el análisis del presidente saliente: "En los últimos tres años apenas hemos tenido aliento para otros menesteres distintos a los de revisar nuestros propios comportamientos, ensayando alianzas para luego romperlas; acopiar efectivos en apoyo de ocultos propósitos cuyo destinatario, invariablemente, había que buscarlo dentro de las filas de nuestro partido; y, en fin, adoptar cara al exterior una postura conformista con la que pretendíamos envolver un monótono mensaje tejido con manidos conceptos y carentes del más liviano tinte de credibilidad". Paradójicamente, el demoledor retrato de la situación del partido no influyó mucho en el ánimo de los delegados, que poco después prestaron sus avales decididos de antemano a cinco de los seis candidatos.
Sin embargo, la intervención de Granados no había hecho más que empezar. Después de pintar el caótico panorama, el presidente apostilló: "En estas condiciones nos atrevimos a comparecer ante el pueblo pidiéndole el voto en dos importantes convocatorias electorales" , las elecciones municipales y autonómicas de junio de 1999 y las generales del pasado marzo.
Oportunismos y deslealtades
"Pretendimos ocultar la historia más reciente de nuestro partido retirando de su escaparate a quienes lo habían dejado años antes en la cima del poder, con el vano y mezquino propósito de lavarnos las manos en un evidente ejercicio de autoexculpación". El presidente saliente, evidentemente dolido después de cinco meses al frente de la organización, continuó el rapapolvo, utilizando siempre la primera persona del plural. "Lo que hicimos fue aprovechar la coyuntura para iniciar el asalto a los órganos de decisión del partido en una alocada carrera por asegurar nuestro futuro político con preferencia a un reposado análisis de nuestros errores".Sólo el tono monocorde y lo alambicado de la redacción supusieron algún bálsamo, porque Granados fue implacable. A su juicio, los socialistas valencianos han actuado "como si hubiera futuro al otro lado de la ética, del pensamiento y de la decencia que nos enseñaran Pablo Iglesias y quienes siguieron después su ejemplo y enseñanzas".
En este contexto, solamente extremada la fidelidad de los votantes y el escaso crédito de "la derechona" -el único apelativo apropiado, según Granados, para la derecha española-, permitieron a los socialistas valencianos salvar los muebles. Y, por respeto a los cientos de miles de ciudadanos que todavía creen en el PSPV, Granados pidió un ejercicio de responsabilidad a los militantes.
"Ha llegado la hora de la verdad", sentenció. "Es hora ya de sanear y vigorizar el árbol añoso que es el PSPV, podando previamente las ramas de la indisciplina que como brotes espontáneos crecieron y se extendieron al abrigo de la impunidad más vergonzante. Porque hemos carecido de una dirección continuada, fuerte y democráticamente elegida, el vacío de su poder se ha venido rellenando con más ambición que generosidad a iniciativa de ejecutivas locales, grupos de concejales o acuerdos asamblearios de agrupaciones más o menos dirigidas, para el logro de propósitos rara vez coincidentes con los intereses prioritarios del partido".
El presidente sólo modificó el tono para recordar el éxito del reciente congreso federal del PSOE y pedir a los delegados que actúen con dignidad y voten guiados por su conciencia, "después de haber arrojado por inservible el viejo cliché de la obediencia debida, porque sólo así podremos mirarnos y mirar de nuevo juntos el futuro".
La reflexión crítica también impregnó la breve alocución de Pedro Grande, alcalde de Alzira y presidente del congreso por aclamación. Grande, que guarda estrecha fidelidad a Ciprià Ciscar, afirmó: "Se lo hemos puesto muy fácil a la derecha". El presidente se estrenó con un reconocimiento explícito de la "descomposición interna" fruto de las "desavenencias" entre compañeros. Sin embargo, Grande invocó la ilusión y la generosidad, dos valores que atribuyó a la izquierda, para resolver el congreso de acuerdo con las expectativas de los votantes socialistas.
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