"Me atasco al hablar ruso"
La medallista dedica el bronce a su anterior entrenador, detenido por tráfico de drogas
Nunca había estado tan agobiada por los periodistas, pero Yivanévskaia soportó el asedio sin un mal gesto a pesar de que daba claras muestras de cansancio. Consciente de que muchos compatriotas la ven como una española a medias, la medallista olímpica subrayó que está "muy integrada" en su nuevo país. Y añadió un dato concluyente: "Pienso en español, hasta el punto de que a veces me atasco al hablar en ruso con mi familia".La posibilidad de que esas palabras no sean más que una actitud políticamente correcta encaja mal con la dedicatoria del éxito: "A todos los españoles por lo bien que me han tratado, a mi familia en Rusia, a mi marido y a mi entrenador", dijo Yivanévskaia durante el guirigay que se montó a su alrededor al salir de la piscina; a continuación se marchó corriendo y dejó una duda en el aire. ¿Qué entrenador? Esa función la ha desempeñado su marido, Francisco Medina, con el asesoramiento a distancia de los técnicos de la Federación Española, desde finales de junio, cuando la policía detuvo en Torremolinos, por orden del juez Baltasar Garzón, al británico Cecil Russell bajo la acusación de tráfico de drogas (18.000 pastillas de éxtasis).
Unos minutos después, mientras Yivanévskaia bebía agua en grandes cantidades para producir la muestra de orina imprescindible en el control antidopaje, Medina aclaró por teléfono: "Se refiere a Rusell. Considera que su aportación profesional fue decisiva para lograr esta medalla". Esa frase concuerda con las que la nadadora dijo hace un mes a este diario en Sant Cugat (Barcelona): "La detención de Rusell me dejó estupefacta. Fue un golpe muy duro para mí. No puedo opinar sobre lo que le ha pasado, pero sí digo que es un entrenador magnífico. Estuve con él sólo tres meses. Se ofreció a ayudarme gratis y me enseñó a entrenar en menos distancias pero con más intensidad. Sus métodos son muy duros, y a ellos debo principalmente las tres medallas de oro en el Europeo. Voy a continuar con ellos".
Yivanévskaia, oficialmente española desde hace año y medio, no eludió la autocrítica: "He dado mal la última brazada y tengo la impresión de que ahí he perdido la medalla de plata porque he visto a la japonesa a mi alcance", añadió la española, cuyo talento para la natación fue descubierto cuando tenía 7 años en una playa de Argelia por un desconocido. Allí estaban profesionalmente destinados sus padres -neurocirujano él, anestesista ella- durante un plan de cooperación entre la URSS y ese país magrebí. Doce años más tarde se enamoró de Medina en Torremolinos y decidió cambiar de vida, residencia y nacionalidad: "Vine por amor. Ni siquiera sabía si iba a seguir nadando".
Pronto se vió que el hallazgo de Argelia iba a marcar su vida. Nadar se convirtió en una obsesión: su madre la sorprendió más de una vez braceando de noche, mientras soñaba. Todavía hoy, de vez en cuando, su marido se lleva algún manotazo en la cama.
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