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Crítica:'EL BUS' / ANTENA 3
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un 'Gran Hermano' sobre ruedas

Primero, se encerraba a los concursantes en una casa prefabricada. Luego, se los soltaba en una isla desierta. Ahora, se los mete en un autobús y se los lanza a recorrer España. ¿Qué será lo próximo? ¿Un campo de concentración para concursantes magrebíes en el que el ganador se hace con la nacionalidad española y a los demás se los mete en una patera de diseño y se los devuelve a su país, filmando el trayecto y registrando escrupulosamente la agonía de los que se ahogan por el camino?Esto ya canta, francamente. Y si empezamos a echar de menos los delirios sociológicos de Mercedes Milá, los collarines del Pisha y los eructos de Íñigo es porque hasta del horror se puede sentir nostalgia. El bus, a tenor de lo visto durante su inacabable gala de presentación del pasado viernes, no es más que una nueva vuelta de tuerca al bonito concepto del prisionero mediático voluntario que quiere ser famoso por la cara y pillar toda la pasta que pueda. En ese sentido, El bus da un salto cuantitativo importante. Si Gran Hermano daba 20 millones de pesetas al ganador y Supervivientes 10, aquí la bolsa es la misma que la del Premio Planeta, 50 millones. Y no hace falta calentarse la cabeza delante del ordenador: basta con subirse a un autobús y seguir con tu vida cotidiana. Ah, y también hay monises para el espectador: 25 kilos para el que más veces llame al programa y consiga... No lo sé muy bien, la verdad, pues Inés Ballester, la presentadora del programa, se tiró casi tres horas prometiendo que ahora lo explicaba y cuando lo hizo me debió de pillar en el cuarto de baño o dormitando en el sofá. Sé que eso no es lo que se espera de un crítico de televisión, pero algunos de nosotros somos humanos y podemos ceder al sueño, al aburrimiento o a la sensación shakespeariana de que estamos ante un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada.

Nada especial sucedió en la gala de presentación de El bus. Conocimos a los concursantes, que responden siempre al mismo patrón: todos hacen deporte y consideran que la familia es lo más importante en sus apasionantes vidas. Sólo una de ellas, la malagueña Aurora, que hace dibujitos psicodélicos, lee a Carlos Castaneda y Antonio Escohotado y parece estar a punto de convertirse en víctima del síndrome de Tourette, nos hizo sentir ganas de conocer el contenido de su maleta.

Los presentadores, Inés Ballester y su fiel Liborio García, le echaban todo el entusiasmo que podían, intentando convencer al espectador de que tenía por delante tres meses de una diversión sin parangón, pero yo me quedé con la impresión de estar ante un Gran Hermano de segunda división. Y teniendo en cuenta que Gran Hermano ya era un programa de tercera división, la cosa no es precisamente para lanzar cohetes.

("El bus" obtuvo en su primera emisión del viernes, según los datos de la cadena, una cuota media de pantalla del 34,7%, con 3.753.000 espectadores)

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